ㅡ¿Cómo te ha ido, mí pequeña rayito de sol de la mañanero? ㅡpreguntó Lisa, Jennie ya había pasado por el transplante que necesitaba sin mayores complicaciones, y estaba en la camilla del hospital escribiendo en su cuaderno para pasar el rato.
Lisa se había pasado la tarde buscando un regalo para Jennie así que había llegado bastante tarde luego del transplante y de que la chica despertara, pero por fin había conseguido un peluche decente, un perrito de husky siberiano que era sumamente adorable.
Jennie rió por su apodo tonto y recibió el peluche con brazos abiertos, abrazandola.
ㅡExcelente, mí cachorro nocturno de lince ibérico.
ㅡOh, ibérico, como el jamón ㅡdijo Lisa y Jennie rió muy divertidaㅡ. Qué por cierto, tengo hambre, ¿Vamos a comer algo?
ㅡAún no me dan el alta, Lisa ㅡdijo Jennie, la pelinegra hizo un pucheroㅡ. Pero cuando salga de aquí, sí, nena.
>> Oh, y mira, he escrito más poemas.
ㅡHacia mucho que no escribías poemas, Jen ㅡcomentó la menor, se sentó así lado en el borde de la camillaㅡ. ¿Puedo escuchar uno?
ㅡN-No está terminado ㅡmurmuró Jennie, negando.
ㅡA ver~~ ㅡLisa le hizo ojitos.
Jennie tenía las mejillas ya rosadas y comenzó a leer con su tierna voz.
ㅡ << He caído de un acantilado, he aterrizado en tus brazos, tus manos han limpiado mis lágrimas, tus besos mí alma... En tus ojos hay una guía, grande mí suerte porque es mía, en tus manos acunas mí vida, en las mías concervo tus días >>
Lisa estaba ruborizada y sonreía como una tonta, Jennie la miró con el ceño fruncido y apretando sus labios.
ㅡNo me convence...
ㅡEs hermoso.
ㅡTe dije que no está terminado.
ㅡTe está quedando hermoso.
Jennie se quedó sin palabras y rió totalmente avergonzada.
Quería que ese poema sea el mejor de toda su vida, que sea lo más acertado y bonito, porque era para su Lisa, para quien estaba con ella en el momento más feo de su vida y aún así no huía, aún así la amaba, aún así la trataba de forma excelente.
ㅡEs para ti ㅡdijo la mayor, mirándola a los ojos con una sonrisa.
Lisa llevó una mano al pecho y abrió su boca finjiendo gran sorpresa.
ㅡ¿Mí? ¿Yo? ¿Myself?
ㅡSí, tú, la idiota ㅡcontestó Jennie.
ㅡEso me ofende.
ㅡTodo te ofende ㅡJennie se encogió de hombros.
ㅡ¿Sabes qué tambien me ofende? Que no te haga ni un puto poema porque soy un asco para esas cosas.
Jennie negó.
ㅡYo no necesito que me escribas poemas, nena, ya me tratas muy bien y me encantas, no necesito rimas, y tú tampoco, para demostarme que me amas, eres así de maravillosa.
Lisa asintió ligeramente, e hizo un puchero.
ㅡIba a continuar diciendo que como no sabía hacer poemas pero sabía tejer... ¡Nos tejí gorros de pareja! ㅡdijo, sacando una bolsa que traía escondida en su buzo y haciendo a Jennie reír.
ㅡ¿Otro gorro de pareja más?
ㅡPudrete Kim, tú me convertiste en esto ㅡLisa sacó los gorros, uno era negro y otro era rosa, y tenían un detalle estúpido que hacía a la menor muy felizㅡ. Tienen orejas de gatito.
Jennie sonrió con ternura y tomó el gorro rosa, viendo las orejas de gatito que había tejido y cosido al gorro, y asintió encantada.
ㅡSí que somos unas tontas cursis ㅡdijo Jennie, colocándose el gorro y acomodando sus orejas al frente.
ㅡSer tonta es la clave de la felicidad.
ㅡEntonces soy muy tonta contigo.
ㅡSoy la más tonta del mundo, Kim.
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