Capítulo 2 "Más Allá De Las Lágrimas"

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Habían pasado tan solo tres días desde que Madame Ángela fuera enterrada en el lugar que ella lo había decidido desde hace un tiempo. Justo a la sombra de un árbol que se encontraba dentro de los terrenos de la mansión que ella y Asier habían mandado a construir como parte de la celebración de sus nupcias. Era un árbol grande y frondoso, que se veía, que por el habían pasado bastantes días y en el que de manera habitual en una banca con una mesa de madera que habían mandado a construir se sentaban a tomar el té, se ponían a platicar o él la escuchaba a ella leer en voz alta. Cerca de ahí ahora descansaban los restos de Ángela y en donde Asier esperaba descansar un día. Pero por lo pronto se encontraba leyendo un cuento para rellenar el silencio en el que se sentía.

Cerró el libro y elevó una plegaria al cielo, dejo el libro en la mesa de madera y se levantó con dificultad ya que había pasado bastante tiempo sentado en una posición incómoda. Se estiró un par de veces, para ver si con eso le dejaban de doler las articulaciones. Luego, tomó unas flores y las dejó en un jarrón para adornar la lápida. Se quedó allí, a los pies del sepulcro reflexionando las palabras que estaba a punto de decir, al tiempo que los ojos se le tornaban de un color rojizo. Señal inequívoca de que te estaba a punto del llanto. Llanto que termino por reprimir con una respiración torpe y profunda. Para después de un rato comenzar a hablar.

-¡Amor! -hizo una pequeña pausa. - Ya estoy listo para cumplir con mi promesa. Hoy regreso a tomar posesión de mi cargo y hacer los deberes que me tocan. Mirá, incluso me puse la armadura - recorrió con sus manos de pies a cabeza para mostrar su atuendo, el cual consistía en una impecable armadura blanca, que resplandecía, cada que uno de los rayos del sol se filtraba por las hojas de los árboles. - Se me hace tarde, me tengo que ir. Luego vendre a verte. ¡Te amo!

Tomó el yelmo y lo colocó bajo el brazo para irse caminando en dirección de la casa. Entró al salón principal donde, Elizabeth lo estaba esperando mientras cargaba el talabarte dónde se encontraba la espada de Asier, quien tomo el accesorio y se lo abrochó en la cintura para que el arma le colgará de la pierna izquierda. Asier no pudo pasar por alto la expresión de preocupación que tenía; la que era la mejor amiga de Ángela.

- Quita esa cara de preocupación, no va a pasar nada. Y tampoco estoy haciendo esto como parte de una rabieta. - intentó que sus palabras sonarán lo bastante optimistas para intentar calmarle.

- No me preocupa eso -respondió Elizabeth con seguridad -, más bien, tengo un mal presentimiento. Anoche tuve un sueño, el cual estaba lleno de sombras y en medio de ellas veía a Esmeralda llorar en la más profunda de las soledades. Tengo miedo que ella pierda a sus padres. Siento que algo grande está a punto de ocurrir y que usted está en medio de todo esto.

-Ya... -Asier se sorprendió por la palabras de Eli, rara vez se equivocaba en sus sueños que eran proféticos, así paso con Ángela y su deseso y también pasó con el nacimiento de Esmeralda. Pero, a su vez el orgullo le impulsaba y la promesa lo ataba así que hablo con plena confíanza - No temas, sabes muy bien con quién estás hablando. Con mi espada labraré un futuro en dónde mi hija y yo estemos juntos. Claro y tú también ya que ambos te necesitamos.

-No diga esas cosas. Sólo soy una ayudante.

-Para nada, eres parte de esta familia -sentencio el capitán - así que no te menosprecies. En fin, me marcho que se me hace tarde, dále un beso a Esmeralda de mi parte. Espero poder cenar con ella.

***

El Palacio del Rayo divino, era la cede del poder del Imperio de Solus. Una estructura tan vieja como el mismo Imperio y que había sido levantado en los primeros años bajo el mandato de Hécate Primera, La Pacificadora como símbolo de la victoria en contra del tirano señor de las cadenas Aleix Andros y lo expulsó junto a sus bestias a las tierras yermas más allá de las Montañas del Fin del Mundo. La construcción era imponente ya que, de tierra a cielo media más de noventa metros y de largo unos setecientos metros, era flanqueado por dos grandes torres que median un poco más del techo donde la guardia real siempre vigilaba lo que acontecía en la ciudadela. Era de oro y cristal con acabados finos que resaltaban aún más con la brillantez de los rayos solares. Describirlo a la perfección resultaría imposible ya que tanta belleza junta resultaba algo grotezca si se comparaba con las afueras de la capital donde se encontraban los círculos de los marginados y que a penas contaban con casas construidas con madera y paja. A Asier le incomodaba mucho ese lugar ya que si bien el había gozado de muchos privilegios desde su nacimiento, incluso sus privilegios se veían opacados por los habitantes de aquel palacio.

El Cantar Del Caballero BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora