Las Cuatro Espadas de Nord

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—¿Qué va a pelear con quién?

Elizabeth estaba molesta, eso era visible. Por su parte, Esmeralda estaba emocionada. Le gustaban los torneos, no podía negar que por su sangre corría la sangre guerrera. Su abuelo y su padre eran muy reconocidos y ella esperaba serlo cuando creciera.

--¿Puedo ser tu escudero? --preguntó Esmeralda con ilusión.

--No deberías animar a tu padre, señorita Esmeralda --Elizabeth, parecía una maestra en medio de dos niños --Se supone que sólo ibas a presentar tus respetos ¿Cómo diablos te metiste en esto?

Elizabeth se dio cuenta de su trato informal y no pudo evitar sonrojarse y agachar la cabeza. Asier lo noto, pero decidió que esta vez no haría ningún comentario al respecto. Así que cambio de tema.

--Debo confesar que fui superado --Asier adopto una postura reflexiva --Ese viejo es muy astuto, le hace honor a la casa de los sabios. Dudo mucho que llegué a confiar en mí. Pero, de algo estoy seguro dudo mucho que deje pasar esta oportunidad para atraerme a su lado. Piensa que el puede gobernar con mayor sabiduría. Eso lo pude sentir, por la forma en la que se maneja su corte.

--Papá, tienes que tener cuidado. Esta gente no está jugando. 

--Lo sé, pero si hay algo que se hacer bien, eso es pelear. No me veo perdiendo.

Ambas sonrieron, ellas confiaban en él y Asier confiaba en ellas.

--Entonces ¿Si puedo ser tu escudero?

--Claro que sí, mi amor. No podía tener a un paje mejor que tú. También necesito que estés ahí Eli. Sin embargo, eso lo hablaremos después, ahora necesito estar sólo un momento. Iré al estudio a descansar.

Elizabeth estaba a punto de reprocharle, pero se vio silenciada por el corte tajante de Asier. A ella no le gustaba verle pelear. Sobre todo porque no quería que lo lastimaran. Estaba seguro de su fuerza, pero aún así no podía evitar sentir miedo. Era natural, después de todo también le quería. Al final sólo pudo resignarse.
Esmeralda entendió los sentimiento de Elizabeth y sólo atino a poner un brazo en su espalda, ambas se sonrieron.

--Ven Eli, necesito que me ayudes con mi tarea de gramática.

--Sí, señorita Esmeralda, vamos.

Elizabeth miró por última vez en dirección al estudio. Se llevó la mano al pecho y pidió al cielo que la señora Ángela cuidara a Asier.

***

Al día siguiente de su audiencia con el rey, un mensajero de este llegó una hora después del amanecer, para señalar que el día elegido para su combate sería dentro, de cuatro días, justo en el séptimo día de la semana en el día de descanso del pueblo. La arena central sería el lugar. Nord que entre las cuatro capitales era conocida por su amplia tradición en los círculos de caballería. Tenía arenas repartidas a lo largo del amplio territorio que conformaba las tierras norteñas. Pero no había estructura más increíble que la arena del Frío Eterno, que se encontraba en uno de los rincones de la ciudad de Nord. Está albergaba una capacidad para más de veinte mil personas. Asier dudada que se llenaría, sobre todo por la premura del evento. Pero, se quedó boquiabierto cuando al llegar pudo ver a una multitud enorme, haciendo filas para entrar por los diferente accesos, no sólo eso. Dentro se escuchaba tal algarabía que se imaginó que el recinto se llenaría por completo.
Aunque era experto en batallas y torneos, la capital no contaba con un lugar de tales dimensiones y con tanta gente viendo al mismo tiempo, así que no pudo evitar sentirse emocionado y a la vez nervioso. Su sangre guerrera ansiaba la batalla y su lado sensible empezaba a sentir pavor.
Esmeralda parecía ser la que más disfrutaba, ella no llevaba el habitual vestido que la demás mujeres de su edad. Vestía con pantalón y botas de entrenamiento y una camisa blanca lisa de hombre. El cabello lo llevaba amarrado en una coleta sencilla y no se había puesto maquillaje, dejo que la naturalidad de sus ojos verdes enmarcaran su rostro. Usaba lentes como su madre y su piel morena era como el azúcar. Cargaba con dificultad la maleta donde estaba la armadura de su padre y al mirar el estadio en sus ojos se despertó la misma llama guerrera de su padre.

El Cantar Del Caballero BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora