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Antes.



-Levántate.- Ordenó Thena, desde el otro lado del campo.

Tenía una postura firme y recta, aún mantenía armas en sus manos y miraba expectante como luchaba por levantarme.

Mis brazos dolían, al igual que todo mi cuerpo. Después de varios intentos, solo logré arrastrarme en el mismo lugar. 

-No puedo- Dije, mordiendo mi labio inferior para no llorar.

Escuché a Thena acercarse y detenerse a mi lado. Me observó unos segundos, para después tomarme del brazo con delicadeza y ayudarme a ponerme de pie. Me acompañó a sentarme en una de las sillas que teníamos más alejada en el salón.

-Quédate ahí. Buscaré algo para limpiarte las heridas.- dijo antes de atravesar el salón de práctica, dejándome sola.

Una vez que el lugar estuvo en completo silencio, pude escupir la sangre que venía reteniendo dentro en mi boca. 

Suspiré y me tomé la cabeza con ambas manos, para empezar a llorar.

Thena era una excelente mentora, pero yo era una pésima alumna. Estaba tan estresada, no quería decepcionar a nadie y estaba segura de que era la Eterna más débil de todos.

Cuando bajamos del Domo mi desempeño había sido tan débil que Ajak tuvo que pedirle a Thena que me entrenara, y aunque al principio lo vi como una oportunidad de mejorar, no lo estaba logrando como quería, y eso me estaba deprimiendo. 

Las personas creían que yo quería imitar  a Thena, y por mas de que salvara sus vidas un  millón de veces nunca me aceptarían. 

Era la decepción del grupo. No podía ser una buena eterna, y si me rendía sería responsable de la muerte de la muerte de los humanos a los que no salvaría.

Estaba allí, hundiéndome cada vez más en mi tristeza, cuando la puerta se abrió.

Me incorporé rápidamente, secándome las lágrimas, esperando ver a Thena, pero me llevé una gran sorpresa de ver a Gilgamesh. De pie en el umbral de la puerta al otro extremo del salón y con un semblante triste, me dijo:

-Escuché lo que pasó en la mañana.

Volví a romper en llanto. Gil, como si de un padre se tratase, se acercó rápidamente y me abrazó. Lloré como un bebé en los brazos de Gil hasta que pude calmarme un poco. me separé del abrazo y me encontré con aquella  mirada preocupada.

-Ellos no te merecen. ¿Me oíste? Deberíamos dejar que los Desviantes los mataran a todos por malagradecidos.- se quejó mientras acariciaba mi cabello.

Reí levemente.

-No haremos eso.

-No, pero podríamos llegar tarde para que se asusten. -bromeo y ambos reímos.

Me separé del abrazo, me enderecé y tomé aire.

-Es mi culpa, no logro mejorar.- seque las lágrimas de mis mejillas.

-No digas estupideces, siempre has sido buena, y estás en camino a la perfección. -me consoló, mientras yo evitaba su mirada- Thena no te lo dice tan seguido por ser tu mentora, pero sé que lo piensa. Es más, creo que te está entrenando más de lo debido porque encontró un potencial en ti que quiere llevar al máximo. -sonrió ampliamente- eres una heroína impresionante, Shera. Todos lo sabemos. Incluso los idiotas de los humanos. Tienen tanto miedo al poder que transmites que tratan de intimidarte, pero tú no vas a dejar que sus inseguridades te cambien, ¿no es así?

Me quedé en silencio por unos segundos, reflexionando en las palabras de Gil.

-No. -Dije al fin, levantando la vista.- Ellos son los que están equivocados. -respiré profundo, sintiéndome alentada nuevamente por sus palabras. -Gracias por escuchar mis preocupaciones.- Lo mire por fin. Mantenía una expresión relajada, y una sonrisa leve que no me transmitía más que un amor puro.

𝒉𝒆𝒓. | Druig Donde viven las historias. Descúbrelo ahora