Prólogo

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Lee, el padre de Ash; Estaba envejeciendo, los pliegues en sus ojos y los cabellos blancos como evidencia de esto

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Lee, el padre de Ash; Estaba envejeciendo, los pliegues en sus ojos y los cabellos blancos como evidencia de esto. Era un hombre apuesto, de piel oscura y ojos castaños, un casanova en su juventud.

Ash fue el resultado de sus aventuras y él lo sabía. Aunque su padre nunca le diría aquello, como nunca le dijo que su mamá lo abandonó. De todas formas, no hacía falta.

Él había crecido en un pequeño pueblo de Italia, "La pequeña Italia." casi toda su vida, con comida exquisita y amor de sus abuelos y papá. No le hacía falta nada, aunque no tenían mucho dinero. Pero en ocasiones se preguntaba por qué Lee nunca se permitió enamorarse de nuevo.

Tenía recuerdos felices, alrededor de la chimenea cuando le contaba historias demás de increíbles; Sobre Magia, ángeles y hasta demonios.

Ash escuchaba atentamente en cada ocasión, pensaba que su padre tenía una creatividad que nadie más poseía, podía pasar horas con él, preguntándole acerca de todo.

Pero también tenía recuerdos tristes, como cuando Lee pensaba que él estaba dormido y abrazaba una foto de su madre, mientras lloraba. El pequeño Ash lo había visto en varias ocasiones, cuestionando las razones por las que su madre nunca le quiso.

Ella le había roto el corazón.

—Se enamoraron demasiado rápido, Él de ella mejor dicho. —Nonna negó con la cabeza. —Quedó embarazada y en cuanto te tuvo, se esfumó. Solo le dejo una carta a mi pobre Lee...

Él solo tenía doce años cuando su abuela le dijo aquello.

—Tu madre no es una buena mujer, Alessia siempre me dió mala espina.

Y de esa forma también descubrió el nombre de su madre: Alessia.

Conforme el tiempo pasó, Ash creció, receloso y reservado, ya no era un niño, y las historias de su padre carecían de sorpresa. Lo había visto todo, en películas, series, libros, siempre hablaban de estos mitos fantásticos. Nada nuevo que llamara su atención.

Se había transformado en un galante muchacho de piel marrón y ojos verdes, dejando Italia después de la muerte de sus abuelos. Y estableciéndose en Cevale con Lee.

Vivía una vida normal, sin lujos pero cómoda. Salía del trabajo a las 7pm e iba a sus clases nocturnas en la universidad. Aunque solo eran su padre y él, podía decir que era feliz la mayoría del tiempo.

De camino a la universidad, se sentía extraño. Lo primero que pensó fue "Tengo malestar de estómago." y frunció el ceño, deteniéndose en la esquina del trabajo para buscar el medicamento para la acidez.

Era una de esas noches oscuras en Cevale, en donde todo lucía salido de un cómic de batman. Con todo este aspecto gótico que te haría huir. Él estaba acostumbrado.

Le cosquilleaban las manos por lo que el frasco de las pastillas cayó en el pavimento y maldijo por lo bajo.

Apenas se acuclilló a coger la medicina, el vello de la nuca se erizó. —No puede ser. —Se dijo, subiendo la mirada. El retorcijón fue más fuerte esta vez.

Tal vez era su mente que le jugaba una broma. ¿Estaba alucinando? ¿Cuándo fue la última vez que consumió algún tipo de droga? ¿Tal vez la acidez estomacal era capaz de tener este síntoma como consecuencia?

Pestañeó, ajustando la vista. Pero si, no se trataba de su imaginación, era ella. Su madre, estaba ahí, en la calle del frente, a sólo metros de él...Junto con un hombre, besándose.

No podía creerlo.

Lucía muy joven como si se hubiera congelado desde que se tomó la fotografía con la que su padre solía llorar en ocasiones. El mismo cabello cobrizo y perfil respingando.

No se contuvo ni un segundo cuando caminó directamente a ellos, la furia se apoderó de su cuerpo, en un segundo estaba apartando al hombre de un empujón, ella quedó pasmada, pero el moreno, que no se veía nada contento, atrapó en el aire el puñetazo que Ash casi lograba darle.

El muchacho frunció el ceño. —¡Hijo de puta! — Gritó. Ash nunca había sentido tanta molestia en su cuerpo, como si la sangre en sus venas se convirtiera en lava.

Su madre, parada y pasmada, solo veía el intercambio con asombro.

—Alessia. —Le dijo el moreno, con una ceja alzada.

Ella asintió, como saliendo del trance.

—Si eres tú...—Dijo Ash. Quien ahora era sujetado por el hombre. Aunque luchaba con toda su fuerza por escapar del agarre.

La cobriza frunció el ceño, con un movimiento de manos, un leve humo azul se empezó a materializar, logrando que el chico cayera inconsciente.

A pesar del alboroto, nadie pudo ver cuando se marcharon.

A pesar del alboroto, nadie pudo ver cuando se marcharon

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Ángel de Sangre: El Pacto Final ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora