Capítulo 4

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El ángel Alessia esperó paciente a que el caído apareciera por la esquina del bar, ella tenía ese aspecto característico de su persona, la chaqueta de cuero y botas de piel, el conjunto hacía que luciera como toda una rebelde, el cigarrillo en su ...

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El ángel Alessia esperó paciente a que el caído apareciera por la esquina del bar, ella tenía ese aspecto característico de su persona, la chaqueta de cuero y botas de piel, el conjunto hacía que luciera como toda una rebelde, el cigarrillo en su boca no era más que un plus, en donde el humo del tabaco jugaba como sombra para su rastro.

Aprovechaba el poco tiempo que le quedaba siendo ella, su auténtica persona. Odiaba haber tenido que cortar su melena, ahora, las puntas de las hebras cosquilleaban por su piel y se hacía más consiente de que estaba corto. Tal vez era el cabello, o la consiente sensación de que tendría que actuar diferente a ella misma. Pero ahí estaba, puede que no fuese necesario tanto protocolo, pero ella no fallaría como todos los ineptos anteriores a ella.

Miguel había arruinado las cosas por codicia, ni siquiera comentando sus planes, Lucifer estaba cegado por las posibilidades, recluido e inútil.

Ella podría lograrlo.

Oyó los pasos la grava y se enderezo un poco, contemplando la silueta oscura del hombre. Siempre había dicho, los ángeles eran increíblemente guapos, pero los ángeles caídos tenían ese toque de maldad que lograba hacerlos más provocativos. El sigilo como de gatos y el encanto oscuro que les adjudicaba ser expulsados del cielo.

—Ya pensaba irme. —Dijo con altanería, arrojando el cigarro al suelo y pisándolo.

El caído sonrió con perlas brillantes, en la noche su cabello oscuro lucía diez veces más opaco.

—Vamos, ni un gramo de paciencia en ese cuerpazo.

—No soy el ángel de la paciencia. —Se encoge de hombros, acercándose a él, la altura es visiblemente un contraste pero ella no parece intimidarse.

—¿Pero si de principios? —Él arquea una ceja con una visible mueca de superioridad.

Alessia ríe sin gracia.

—Estás chistoso hoy.

Se encoge de hombros. —Hacía tiempo que no te veía. ¿Qué tal una charla?

Por la forma en la que se relamió los labios, estaba claro que no deseaba una "Charla" como tal.

—¿Qué te hace pensar que vine hasta aquí para entablar una conversación de amigos contigo? ¡Por el cielo, Sariel!

Los ojos de Sariel brillaban con diversión. El ángel de principios era hermosa y claro aunque se notaba su carácter y mala actitud desde lejos, no iba muy bien con su rostro calmado y ojos castaños.

Sariel dió varios pasos hasta estar cerca de ella, tomando uno de los mechones de su cabello cobrizo entre el índice y mirándola con deseo. —Es una lástima que los ángeles se crean muy superiores, tú y yo tendríamos mucha diversión.

Ella suelta una carcajada gloriosa. Hablando tan cerca de él que un poco más sus labios chocarían entre sí. —Si tienes lo que te he pedido, esa diversión podría ser posible.

Ángel de Sangre: El Pacto Final ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora