Parte II

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En las profundidades del infierno, las cuevas de carbón y la humedad hacían difícil respirar, aunque de por si el aire venenoso no ayudara a sus pulmones

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En las profundidades del infierno, las cuevas de carbón y la humedad hacían difícil respirar, aunque de por si el aire venenoso no ayudara a sus pulmones. Con las criaturas deformes, sin alma, y aquellos espíritus atormentadas por sus propios pecados, por la culpa que les abatía, paseando por las rocas agrietadas teñidas de rojo. Ahí en una de las cárceles preferidas de Lucifer, estaba él.

La piel del nefilim parecia brillar entre la eterna oscuridad, de nuevo se encontraba atrapado, ahogado en lo desconocido, cansado, con su cuerpo ardiendo y los músculos abatidos debido a la forma en la que colgaba de brazos. Parecía estar rodeado de un humo creciente, aroma a azufre, gritos y lamentos. No recordaba como había llegado ahí, solo las horas antes en su habitación, como había caído en lo desconocido. Firmado su sentencia.

Asher no tenía idea del cambio radical que había tomado su vida, o de si creía cien por ciento en lo que pasaba; Pues su cerebro quería creer que todo era una mentira, un sueño vívido del que despertaría pronto, y sería nuevamente un niño en la pequeña Italia, disfrutando de las historias de su padre.

Estando en paz.

No tenía conocimiento de cuánto había estado ahí, podrían haber pasado días u horas, él solo quería que acabara aquello, que finalmente le dejaran en paz. ¿Qué tanto había hecho? De haberlo sabido nunca se acercaría a la chica, de haberlo sabido hubiera seguido su vida sin conocer el paradero de su madre.

Ya era demasiado tarde. Las figuras sin rostro se arrastraron por el suelo de carbón, llevando consigo el halo de humo, y un extraño frío que calaba sus huesos en medio de la humedad.

—No me lastimen por favor —Se lamentó, en voz baja. Siendo muy consiente de las cadenas.

Toda la estúpida ilusión que había movido su vida desde que tenía uso de razón, toda parecía poco importante ahora. El saber de su madre le consumía tanto que accedió a lo desconocido sin pensarlo.

Asher empezó a desesperarse, no quería ser tocado por las figuras, sentir su piel ardiendo, los ojos empezaban a llenarse de lágrimas mientras luchaba con las ataduras sin éxito, cada vez le apretaban más, impidiendo la circulación de sangre.

Era un simple nefilim, uno que apenas comprendia el concepto de serlo, no era competencia para seres del infierno, que no sentían dolor, que no les importaba desaparecer.

Pero las figuras no le tocaron, se abrieron en círculo al llegar a la celda, dejando ver a una mujer hermosa, a su forma; Con la piel grisácea y el cabello sumamente oscuro, un flotante petróleo líquido que enmarcaba las facciones huesudas pero llamativas, el arco de su cejas y sus pómulos marcados, venas azules diminutas que sobresalían por extremos de su rostro.

—Todo está bien, nefilim. No te harán daño. —El vestido que llevaba lucía como el propio humo de la cueva, borroso y brillante —Es hora de que vengas conmigo.

Se sorprendió, haciendo lo posible para mirarle, sus ojos parecían dos gotas brillantes de azul, rodeadas de espacio negro. Más no pudo detallarle más, lo arrastraron por las cadenas hacia abajo, siendo guiado por las figuras.

Parecía que los encarcelados se alborotaban en sus prisiones al sentirles. Los llamados y lamentos se hicieron más fuertes, atormentando sus oídos, a medida que el camino rocoso desaparecía, la piedra pulida le recibía en los pies con alivio, debía tener la planta llena de cortadas y burbujas de quemaduras, que se iban curando con rapidez para luego volver a abrirse.

Asher era objetivo de miradas curiosas entre figuras verdosas y esqueléticas.

Las puertas de piedra se abrieron de par en par, revelando un salón alfombrado, decorado con joyas y un camino en medio de dos pozos de lava, donde al final, en lo alto, se encontraba un trono de huesos, la silla forjada de oro tenía calaveras incrustadas y todo tipo de piedras preciosas, se veía hermoso y aterrador a la vez. 

El hombre en el trono lucía magnífico, pulcro, elegante y angelical, sereno. Le miró por entre los acompañantes, todos le hicieron una reverencia, hasta Ash, quien fue empujado hacia abajo. La mujer se acercó, hincándose en sus rodillas y besando los pies descubiertos de él.

—Mi señor.

El hombre le acarició la cabeza como si se tratara de un cachorro. —Buen trabajo, Galía.

Lucifer se levantó de su trono imponente y el nefilim sintió como todo su cuerpo se erizaba en miedo y expectativa.

—Es hora de que cobre mi parte del contrato. —Dijo esta vez refiriéndose a él.

Instantáneamente las cadenas en su cuerpo desaparecieron, y sus ojos se sintieron tan pesados que solo podía pestañear lentamente, mientras las lágrimas corrían.

Con la mirada gacha, se aterró, al ver que las gotas de sangre manchaban el piso pulido. Sus lágrimas rojas.

...—Escucha con atención...

—Escucha con atención

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Ángel de Sangre: El Pacto Final ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora