➪ Cᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 9

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^𝐸𝑙 𝑝𝑎𝑠𝑒𝑜... ^

   Llegamos al espacioso y colorido jardín en la parte trasera de Casita, la familia Madrigal se encontraba dispersada por todos lados, ya sea sirviéndose comida, ayudando a Julieta o poniendo la mesa. Era fascinante como todos eran tan coordinados siempre, todos sabían con exactitud que hacer, eso los hacía verse perfectos en todo momento.

—¡Buenos días! —Nos saludó Pepa con una sonrisa y un plato con comida deliciosa a simple vista, se me hizo agua la boca

—Buenos días —Contestamos mi papá y yo al unísono

—Sírvanse lo que ustedes quieran —Sonrió

—Muchas gracias —Contestó papá seguido de una sonrisa

   Nos dirigimos a la mesa llena de comida hecha por Julieta y ambos tomamos un plato, habían muchas opciones, y a pesar de que todas tenían muy buena pinta, terminé sirviéndome 5 arepas con queso, después de todo, es mi comida favorita.

Papá y yo caminamos de vuelta con nuestros platos, llenos de exquisita comida en las manos para sentarnos frente a la mesa de madera, toda la familia Madrigal ya estaba sentada, excepto la señora Alma, mientras nosotros apenas íbamos a sentarnos. No habían sillas disponibles para nosotros, estaban contadas específicamente para cada miembro de la familia Madrigal, supongo que no recibían muchas visitas. Luego llegó la señora Madrigal

—Luisa, podrías traernos un par de sillas extras? —Dijo al notar la escasez de éstas.

—Seguro —Respondió, segundos después ya no se encontraba en su asiento, pues se había dirigido hacia el pueblo por un camino entre las plantas. La señora Madrigal nos dijo que mientras nos sentáramos en el lugar de Julieta y Luisa, para que no nos quedáramos parados sin asiento, pero dijimos que estaba bien y que podíamos esperar. Ninguno de la familia había comenzado a comer, todos estaban ansiosos por probar su comida pero no lo hacían, parecía que estaban siendo controlados por una máquina rara y mágica, como una de mis historias.

   Luisa no tardó nada, desde lo lejos ya se encontraba ella camino para acá cargando dos sillas color azul, al llegar, las colocó una al lado de la otra frente la mesa, al otro extremo del lugar de la señora Alma. Nos sentamos y ahora sí todos comenzamos a disfrutar de la asombrosa comida recién hecha por Julieta. Ya entendí. Nadie tocaba su comida hasta que todos estuvieran sentados y con un plato de comida frente a sus narices, eran muy educados.

El desayuno se me pasó rápido, aunque nos tardamos más de una hora. Nos la pasamos platicando, comiendo y demás. Al final, todos los platos en la mesa ya estaban vacíos, y los vasos igual. La familia se empezó a levantar junto con sus respectivos platos, pero Camilo hizo algo diferente. Apenas cuando se levantó, se dirigió hacia mí con gran velocidad, se llevó mis platos sin siquiera preguntar y se fue corriendo a la cocina. Mi papá se sorprendió al igual que yo, y justo cuando estaba por dirigirme la palabra, Camilo volvió y me tomó de la mano jalándome hacia el mismo camino que Luisa recorrió. Ni adiós pude decirle a mi papá.

Camilo que- —Íbamos corriendo a toda velocidad que apenas y podía respirar, hasta que me interrumpió

Espera, ya casi llegamos —Dijo con una gran sonrisa mientras seguíamos corriendo, hasta que llegamos a un lugar muy colorido, con flores y un manantial de agua cristalina —¡Si! Justo a tiempo —Ambos recobramos el aliento y nos acomodamos junto a unas lindas rosas rojas

Wow, es hermoso Camilo —Habían muchísimas abejitas cerca de las flores, y muchas flores de todos los colores cerca del manantial, el cielo se encontraba en un perfecto color mañanero, color diamante. Y justo al lado, tenía a un chico súper lindo y gracioso...

¿Estás lista? —Preguntó el de rizos mientras veía a las flores y parecía que contaba algo.

¿Para qué? —Algo iba a pasar, lo podía sentir gracias a que se me erizó la piel, es como un sexto sentido.

Ya lo verás... —Se acomodó mientras me tomaba de las manos, nos encontrábamos frente a frente, por poco podía sentir su respiración, hasta que... —1... 2... y ¡3! —

Justo cuando contó 3, pasó lo más especial y hermoso que alguna pudo pasarme en mi aún corta vida... Miles y miles de mariposas salieron de las flores rumbo al cielo, dejando ver un hermoso y aún más colorido paisaje... Las mariposas de diferentes colores combinaban muy bien con el ambiente. Los rayos de sol iluminaban sus hermosas alas, dejando ver un claro muy colorido. Era mágico, y más porque estaba ahí, disfrutando del momento, con Camilo.

   Sorprendida miraba a las mariposas, duraron así como 10 segundos, hermosas y coordinadas, hasta que las últimas salieron y se fueron volando a través de la arboleda. Podía sentir como Camilo me miraba con una sonrisa tierna.

Jamás había visto algo como eso —Lo miré a los ojos

¿Te gustó? —Preguntó emocionado

Me encantó, gracias —Ambos sonreímos —¿Como sabías exactamente a qué hora llegar? —

Siempre salen a las 10 en punto de la mañana, vengo aquí casi a diario para verlas —Contestó Camilo

Es muy lindo —Era hermoso, la verdad

Tu eres la linda —Sus palabras me hicieron sonrojarme un poquito, solté una risita para después acercarme al manantial para admirar a los peces.

Habían muchísimos de distintos colores; peces dorados, azules, verdes, anaranjados y demás. Me senté en la orilla y Camilo junto a mí. Empezamos a hablar de nuestras vidas y anécdotas, él me contó la historia de su familia y el Encanto, sobre lo que le pasó a su abuela 50 años atrás y como han vivido aquí desde entonces. Yo también le conté sobre nosotros; mi mamá, la mudanza y demás, exceptuando la parte que había acordado con mi papá. Segundos después, para romper un breve silencio, él me salpicó un poco de agua... Yo volteé lentamente indignada pero sonriente y también le aventé un poquito de agua. Ambos reímos.

   Los segundos se convirtieron en minutos, y los minutos en horas. Horas en las que me iba mostrando cada rincón del pueblo y me presentaba a cada uno. Pasamos por la panadería del señor Luis, que olía exquisitamente bien hasta Casita. Pasamos por la sastrería de Doña Mary, por el cultivo de Don Pepe, por la granja del señor Nacho, etc. Algunos tenían hijos de nuestra edad, Camilo también me los presentó, todos eran súper amables.

A la mitad del día, después de mucho caminar, a ambos nos dió hambre, así que decidimos comprar algo de comida en la panadería, Camilo dijo que me iba a encantar su dona de azúcar, y así fue, estaba deliciosa. Los dos nos comimos solo 3 piezas de pan, ya que estaban algo grandes, pero aún así nos acabamos todo completo. Camilo me dió la mitad de sus panes y yo igual, para que probara de todo.

   Caminamos muchísimo, el Encanto era enorme. Nos la estábamos pasando súper bien hasta que empezó a anochecer, y fuimos forzados a volver a Casita. Camilo iba cambiando de forma en el camino, venía cantando y remedando frases que han dicho sus respectivos personajes, yo reía. A pesar de todas las bromas, él jamás ofendía ni le faltaba el respeto a nadie. Era muy lindo y amable con todos. Siempre intentaba dar lo mejor de él para agradarle a las personas, como si fuera una necesidad, pero para mí, él ya era suficiente por ser él mismo.

Al llegar a Casita, ésta nos abrió la puerta para dejarnos pasar, le agradecimos y Camilo me dejó pasar primero, además de lindo, era todo un caballero. Cruzando la puerta, se encontraba Pepa y Julieta cargando unas cajas con decoraciones y demás, nos saludaron con mucha amabilidad y les ayudamos.

Al llegar la noche, todos nos reunimos en el comedor para cenar. Nos sentamos en los mismos lugares que el día de ayer, y de nuevo, todo estaba delicioso. Nos la pasamos platicando y riendo entre todos.

Terminando de cenar, Camilo y yo subimos las escaleras para luego decirme que se la pasó muy bien conmigo, yo le agradecí por todo y él me abrazó como despedida, aunque lo vería mañana de todas formas. Justo antes de entrar con Mirabel, papá me detuvo frente a la puerta y me preguntó por mi día. Me dió un besito en la frente y me mandó a dormir. En gran parte me dejó tranquila después de decirme que se estaba quedando a dormir con Camilo... pobre, tiene que aguantar los ronquidos de mi papá.

𝑆𝑜𝑙𝑜 𝑡𝑢 𝑦 𝑦𝑜 II Camilo Madrigal y tú II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora