7. Nos asesora un caniche feo y rosa

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-POV Laura-

Esa noche nos sentimos bastante desgraciados.

Acampamos en el bosque, a unos cien metros de la carretera principal, en un claro que los chicos de la zona al parecer utilizaban para sus fiestas. El suelo estaba lleno de latas aplastadas, envoltorios de comida rápida y otros desechos.

Habíamos sacado algo de comida y unas mantas de casa de la tía Eme, pero no nos atrevimos a encender una hoguera para secar nuestra ropa. Las Furias y Medusa nos habían proporcionado suficientes emociones por un día. No queríamos atraer nada más.

Decidimos dormir por turnos. Percy se ofreció voluntario para hacer la primera guardia.

Beth se acurrucó entre las mantas y empezó a roncar en cuanto su cabeza tocó el suelo. Grover revoloteó con sus zapatos voladores hasta la rama más baja de un árbol, se recostó contra el tronco y observó el cielo nocturno.

—Dormid— nos dijo Percy—. Os despertaré si surge algún problema.

Asentimos, pero seguimos con los ojos abiertos.

—Me pone triste, Percy.

—¿El qué? ¿Haberte apuntado a esta estúpida misión?

—No. Esto es lo que me entristece. —Señaló toda la basura del suelo—. Y el cielo. Ni siquiera se pueden ver las estrellas. Han contaminado el cielo. Es una época terrible para ser sátiro.

—Ya. Debería haber supuesto que eres ecologista.

Le lanzamos una mirada iracunda.

—Solo un humano no lo sería. Tu especie está obstruyendo tan rápidamente el mundo... —No pude estar más de acuerdo—. Bueno, no importa. Es inútil darle lecciones a un humano. Al ritmo que van las cosas, jamás encontraré a Pan.

—¿Pan? ¿En barra?

Solté una carcajada tan sonora que no sé como no desperté a Annabeth.

—¡Pan! —exclamó Grover airado—. P-a-n. ¡El gran dios Pan! ¿Para qué crees que quiero la licencia de buscador?

Una brisa extraña atravesó el claro, anulando temporalmente el olor de basura y porquería. Trajo el aroma de bayas, flores silvestres y agua de lluvia limpia, cosas que en algún momento hubo en aquellos bosques. De repente, sentí nostalgia de algo que nunca había conocido.

—Háblanos de la búsqueda —le pidió Percy.

Grover le miró con cautela, como temiendo que pudiera estar gastándole una broma.

—El dios de los lugares vírgenes desapareció hace dos mil años —nos contó, aunque yo ya lo sabía, a los sátiros les encanta hablar de Pan—. Un marinero junto a la costa de Éfeso oyó una voz misteriosa que gritaba desde la orilla: «¡Diles que el gran dios Pan ha muerto!» Cuando los humanos oyeron la noticia, la creyeron. Desde entonces no han parado de saquear el reino de Pan. Pero, para los sátiros, Pan era nuestro señor y amo. Nos protegía de a nosotros y a los sitios vírgenes de la tierra. Nos negamos a creer que haya muerto. En todas las generaciones, los sátiros más valientes consagran su vida a buscar a Pan. Lo buscan por todo el mundo y exploran la naturaleza virgen, confiando en encontrar su escondite y despertarlo de su sueño.

Different| Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora