Capítulo 4: Frialdad

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—¿Qué tienes?—Le preguntó (...) mirándolo preocupado.

—No es nada...es mi cabeza...me duele.

—Déjame buscarte algo para el dolor, vuelvo enseguida.

—No—-Le dijo deteniéndola con sus manos—Quédate aquí, conmigo.

—Volveré pronto, sólo iré por las pastillas a nuestra habitación.

(...) fue a la habitación por el frasco, después de ir a la cocina por un vaso de agua fue a la sala de estar y encontró a Mikasa durmiendo en el mueble. No quiso despertarlo, se acostó a su lado hasta el despertar.

Era temprano, el sol entraba por la ventana y a (...) se le hacía tarde.

—Ya me voy—Decía mordiendo un pan de prisa.

—Siéntate—Le ordenó Mikasa—-No puedes irte con el estómago vacío.

—Tengo prisa, tengo que tomar un examen.

—Te acompaño.

—No es necesario—Dijo (...) —-Por cierto...¿Aún sigues usando esa bufanda?

Mikasa se quedó en silencio, acarició ligeramente la bufanda con sus manos y respondió:—Sí.

(...) salió a la universidad seguida de Mikasa quien había encontrado un nuevo empleo en una oficina no tan lejos de la zona.

—Nos vemos—Habló (...) a su chico besándolo en la mejilla.

Y el día transcurrió rutinario, desde lo acontecido con la pandilla de su ex novio, Mikasa y (...) volvieron a estar juntos, de cuando en vez (...) se topaba en la universidad con un Eren quien la miraba con cierto desprecio, por otro lado Mikasa seguía siendo él mismo, tranquilo y complaciente, dedicado y frío, última característica que en ocasiones exasperaba a (.,,) pero la ignoraba porque en el fondo por mucho orgullo o rencor que le guardara ella se había dejado vencer por sus sentimientos profundos hacia él.

Cuando (...) salió de la universidad no fue directamente al apartamento, ella fue a una tienda a comprarle un obsequio a su chico.

Mikasa llegaría a casa en eso de las 6:00 pm, (...) lo esperaba haciendo temprano la cena con muchas ansias por verlo pues lo extrañaba.

—Llegué—Se escuchó alguien en la puerta.

—Bienvenido, ven.

Mikasa y (...) estaban sentados en la mesa de la cocina, (...) le contaba felizmente a su chico sobre su día, Mikasa la escuchaba como si estuviera en otro mundo.

—Por cierto—Interrumpió sus anécdotas la mujer—-Te he traído algo.—Dejó de hacer la cena y sacó una bolsa de abajo de la mesa—Mira, la compré especialmente para ti.

Mikasa abrió aquella bolsa, sacó el objeto que se encontraba dentro y la contempló estoico.

—¿Te gusta—Preguntó emocionada la chica.

—Es bonita, gracias. Pero ya tengo una—Dijo acariciando la bufanda que aún tenía en su cuello.

La sonrisa que expresaba el rostro de la mujer cambió a una de cierta tristeza.

—Lo sé, pero está algo vieja y desgastada—A ver...—-Se le acercó (...) intentando quitarle aquella bufanda roja.

—¡No!—Dijo firme el joven asiático.

—Pero Mik

—Pero nada—Se levantó de la mesa—Esta bufanda es Preciado para mí, ninguna otra ocupará su lugar, no lo intentes, no pierdas el tiempo—Afirmó para después irse al baño dando un portazo fuerte.

(...) se puso como dinámica a punto de explotar, lo siguió hasta el baño y desde afueras le gritaba:—¡¿Te la dio Eren, no es así?! ¡No te quieres deshacer de la maldita bufanda porque no quieres deshacerte de tus sentimientos por él! ¡¿Por qué carajos estamos tú y yo juntos de todos modos?! ¡Eres un malagradecido! ¡¿Cómo desprecias mi regalo así?! ¡Mikasa!—Le gritó.

Esa noche cada quien estuvo en su esquina,  no se hablaban ni se dirigían la mirada. Cuando llegó la hora de dormir, (...) se acostó dándole la espalda. En aquella situación permanecieron durante algunos días, (...) se exasperaba cada vez más y Mikasa también perdía su paciencia.

Aquel día cuando Mikasa llegó más tarde de lo normal, acompañado de una joven rubia quien lo llevó hasta las afueras de su casa y (...) miraba desde la ventana con sus celos en rojo.

Tan pronto Mikasa entró por la puerta (...) preguntó:

—¿Por qué llegas tan tarde?

—Hice horas extras—Respondió quitándose el abrigo.

—¿Y quien te trajo?

—Una compañera del trabajo.

—-¿Cómo se llama?

—Qué te importa.

—¡Claro  que me importa! ¡Primero con Eren y ahora con esa!

Mikasa se acercó lentamente hacia la chica, tomó con suavidad su cabeza entre sus manos y mirándola directo a los ojos por unos segundos para apretar su agarre con cada vez más fuerza:—Déjame en paz. Te pido que me dejes en paz. ¿No entiendes?

Mirando aquellos abismos oscuros que la consumían (...) se puso a llorar.

—¿Quieres que me vaya?—Le preguntó Mikasa—Porque estoy pensando en irme, honestamente pienso que esto no va a funcionar, no así...me iré (...).

—¿A dónde?—Le preguntó nerviosa.

—A casa de Eren—Respondió expresando una sonrisa turbia—¿A dónde más?

Se sintió apaleada, logró liberarse del agarre y sintió vergüenza de ella misma. No quería que se fuera, quería echarlo, quería que él la abrazara y le dijera que la amara y quería matarlo.

—Te odio.

—No me odias.

—¿Qué pretendes?

Mikasa caminó hacia el baño y (...) se fue a la habitación a pensar. ¿Sería mejor si se fuera ? ¿Por qué no lo había echado ? ¿Tenía miedo que Mikasa la dejara? ¿Acaso fue ella quien empezó a depender más de él?

Pensó tanto que casi colapsó. Desde la habitación aún se escuchaba el agua que caía en el baño, posiblemente agua que mojaba el cuerpo de Mikasa. A (...) le dolía la cabeza, en consolación buscó aquellas pastillas que Mikasa también consumía para sus continuos dolores de cabeza y en la búsqueda encontró algo más interesante.

Mikasa salió del baño hacia el cuarto donde se encontraba su pareja, acompañada de únicamente una toalla en su cintura.

—Mikasa—Se le acercó (...)—¿Qué es esto?

—Hormonas.

—¿Para qué?

—¿No te lo había dicho? Quiero ser mujer.

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⏰ Última actualización: Mar 06, 2022 ⏰

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