LAS AVES DEBEN VOLAR SIN IMPORTAR EL VIENTO.

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No se demoró Gioconda en volver a ser la misma de o antes. Ninguno de sus compañeros pareció percibir los importantes cambios que la afectaron en tan poco tiempo. En la Universidad siguió siendo la popular Yoko, a quien, a pesar de su compromiso con Héctor, solían acosar con propuestas. Su gran preocupación era cómo contar a su familia lo que estaba ocurriendo. Su situación personal con Héctor ya estaba clara y no temía lo que sucediese en la Universidad, pero aún no sabía cómo enfrentar a sus padres ni cómo terminar con Ricardo. Decidió aprovechar la ocasión cuando viajase a Iquique para las vacaciones de invierno y a Ricardo le envió una carta para no postergar el tiempo y evitar el encuentro. Habiendo definido estas decisiones, se le vio tranquila, recuperada su alegría de vivir y con el entusiasmo con que solía acompañar todas sus tareas. Héctor estaba asombrosamente feliz. Notaba que Giocanda era la misma de quien se había enamorado y la posibilidad de asumir la responsabilidad de padre para su hijo lo convencía cada vez más, hasta llenarse de satisfacción con el solo hecho de imaginarlo. La pareja parecía más unida que nunca. El doctor Ramírez, que la había orientado en el diagnóstico del embarazo, era un joven que, como lo describe tía Luisa, destacaba por su sencillez y la confianza que infundía. Él mismo hizo los trámites para que Gíocanda se controlase en el consultorio donde él trabajaba. Así llegó la joven a Nueva Aurora, en lo alto de la entrada a Viña del Mar, para su primera consulta con la matrona. El consultorio periférico de Nueva Aurora está justo donde se deja ver el mar y donde la subida Agua Santa termina de desenrollar las sucesivas curvas, que parecen perpetuar la salida de los viajeros que abandonan la ciudad, manteniéndolos ligados por más tiempo a la costa que se une a Valparaíso. En ese lugar privilegiado hay una construcción modular de un piso que atiende las necesidades primarias de salud de ese amplío sector, controlando los programas preventivos del adulto, del niño sano y la madre embarazada.

Gioconda llegó puntualmente acompañada de Héctor, quien vivía en un departamento compartido con otros dos estudiantes, a escasa distancia del mismo consultorio. La matrona la recibió con afecto, sin llamarle la atención que fuese madre soltera y sin requerir más información que la esperada. Se le hizo una ficha clínica, se le pidieron los exámenes de rutina y la invitaron a incorporarse al curso de parto sin temor. A la salida, la pareja se alejó abrazada y sonriendo, satisfecha del trámite cumplido, sin inconvenientes y mejor de lo imaginado. Los meses siguientes fueron los habituales para quienes la vida se presenta como un arcoiris de perspectivas; los estudios bien encaminados, la participación en la vida universitaria, el embarazo sin complicaciones y el amor de ambos, que había logrado sublimar un hecho desafortunado en la consolidación de la pareja. -¿Qué quieres que sea-
-Sinceramente me da lo mismo, sólo quiero que sea sanita-
-Sanita? ¡Ah! ... esperas que sea mujer.-
-No. Quiero que mi criatura sea sana. Y criatura puede ser hombre o mujer, ¿no?
-Sí, pero cuando dices "saníta" te estás traicionando, porque en el fondo eso es lo que quieres... que sea mujer.
-Te digo que me da lo mismo. Parece que eres tú quien desea una Yokito.
-Te equivocas, Yoko hay una sola... al menos en Chile.

Comenzaron a reír y cambiaron de tema. Más difícil era conversar sobre dónde vivirían una vez que naciese el bebé.
-No veo por qué no podríamos vivir juntos. Aún más, no concibo otra posibilidad. Somos una pareja, ¿no?; se supone que yo soy el padre de nuestro hijo y como tal vaya reconocerlo. ¿Por qué habríamos de vivir separados?
-Porque no estamos casados, porque tú, aunque lo reconozcas, no tienes la obligación de aparentar que eres el padre y porque no quiero que te sientas comprometido hasta que el tiempo te demuestre que la decisión ha sido correcta. Si vivimos juntos sentirás...
-...que es lo correcto y basta.
-¿No te parece que es bastante machista decir "basta"? Tú que eres un hombre ecuánime, respetuoso de los demás y que nunca le impondrías algo a tu mujer, ya estás diciéndome "basta". No. Tienes que escucharme y considerar lo que yo pienso, porque en esto somos dos y no tú el único que decide.
-Exacto, somos dos los que debemos decidir, pero tú ya tienes tu decisión tomada y no aceptas otra altemativa.
-Mira. No es que no acepte otra alternativa, es que no hay otra posibilidad. Piensa en mi familia, que ni siquiera sabe que estoy embarazada; imagínate cuando diga que me fui a vivir con mi pareja. Pensarán que me volví loca, que algo me hizo mal, no sé. No, no es posible.
-Bueno, imagíname a mí, que soy tu pareja, que reconozco a tu hijo como mío y, en vez de formar una familia, vivimos separados. ¿Alguien podría entenderlo?
-Tito, yo te entiendo y por mí no estuviésemos en esta situación, pero por favor compréndeme, será algo transitorio, mientras dejamos pasar más tiempo y luego veremos lo que es mejor.
-Está bien, si no estás segura de ti misma y de nuestro futuro, veremos más adelante lo que hacemos.
-Yo estoy muy segura de mis sentimientos, pero pienso que de algún modo te puedes sentir obligado o comprometido.
-Yoko, a pesar de que no hace mucho que nos conocemos, ya debieras saber cómo soy yo. Si no nos hemos casado es porque tú no lo has querido. Por mí ya hubiese formalizado todo, como tú lo deseas para el futuro.

No se volvió a hablar de dudas ni resentimientos. Al contrario, programaron el porvenir con la naturalidad de los novios que proyectan sus planes, con la complacencia de la juventud que no quiere saber de problemas ni de inconvenientes.

Donde Vuelan Los Cóndores- Eduardo Bastías Guzman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora