12

52 4 0
                                    

Enero 1829

Mansión de los Condes de Hampshire

Dos días habían pasado desde la conversación de Jacob y Mary, la Condesa para evitar verlo había pedido desayunar, almorzar, tomar el té y cenar en su recamara.

Mary se había acostado cerca de las nueve de la noche pero no podía dormir, el rostro de Jacob se aparecía sin cesar en sus pensamientos para, según ella, atormentarla, abrió los ojos molesta, aunque le costara admitirlo ella sabía que solo había una forma de acabar con todo ese sentimiento, y esta era obligar a su mejor amigo a responder la pregunta que se había quedado flotando en el gazebo.

Se puso otra vez el abrigo negro de viaje pero ahora sobre la camisola de dormir y caminó descalza hasta la otra ala de la casa, los cuartos de invitados quedaban bastante lejos de los de la familia por lo que Mary sintió que había caminado un largo tiempo.

No sabía qué habitación era la que ocupaba Jacob pero lo iba a averiguar, pegó la oreja a cada una de las puertas que veía a su paso pero ningún ruido salían de aquellos cuartos, tal vez ya estaba dormido, y cuando estuvo a punto de rendirse noto una luz tenue que salía desde la rendija de la puerta más alejada del pasillo.

Camino a paso tranquilo, al llegar pegó su oreja a la madera y pudo oír una leve melodía, levantó la mano y tocó con delicadeza esperando que le abriera rápido.

No pasó ni un minuto cuando Jacob, en ropa de salir, abrió la puerta, sorprendiéndose que Mary estuviera parada al otro lado.

-¿Qué haces aquí? –Entrecerró los ojos lleno de confusión – ¿Pasó algo? –la castaña negó con la cabeza.

-Necesito que me respondas la pregunta –dijo firmemente.

-¿Qué pregunta? –la ceja de Jacob se arqueo.

-La que te hice en el gazebo –el hombre sonrió de lado y Mary pensó que le respondería.

-No la recuerdo –por su tono de voz la Condesa supo que si la recordaba.

-¡Jacob¡ –exclamó molesta.

-Mary, lo lamento –los ojos se curvaban con diversión –puedes hacerla de nuevo si tanto deseas saber cuál es la respuesta. –la castaña bufó.

-¿Tú me quieres a mí? –Volvió a hacer la pregunta a regañadientes porque si no la hacía Jacob iba a salirse con la suya, pasaron varios segundos y el hombre no emitía palabra alguna– ¿Te comieron la lengua los ratones?

-Te quiero –la castaña tuvo que afirmarse sobre sus pies porque sintió como si sus rodillas fueran de leche –joder, te quiero. –repitió y Mary contuvo el aliento.

-Jacob yo... –el hombre negó con la cabeza furioso

-Estoy enamorado de ti, Mary –los ojos verdes casi se salieron de su órbita y la mujer escudriño los ojos color caoba esperando encontrar sorna en ellos, pero no había ni un ápice – ¿feliz de saber la verdad? –el hombre dio media vuelta y entró en su habitación sin cerrar la puerta por lo que la Condesa lo siguió.

-¿Me hablas en serio? –el hombre comenzó a reír desesperadamente.

-Te abro mi corazón –dijo dándose vuelta para mirarla –y tu dudas de mis palabras.

-Perdón por dudar en tu declaración –dijo la castaña algo molesta –pero me dijiste que amabas a Thomas.

-Y lo amo –dijo el hombre sin moverse –pero por alguna razón también estoy enamorado de ti. –las palabras sonaban completamente sinceras.

El Tormento de Mary BrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora