- Sospechas -

0 0 0
                                    

El oficial realiza una serie de preguntas referido a lo ocurrido la noche del incidente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El oficial realiza una serie de preguntas referido a lo ocurrido la noche del incidente.

Yo le cuento todo lo que recordaba y lo que no recordaba, trataba de hacerlo.

El oficial me pregunta desde cuándo comenzaron a acosarme.

Yo le cuento todo sobre la primera vez en que presencié el acoso hacia mi persona.

El oficial me pregunta si hay alguna persona en quién sospecho.

Yo… me quedo en silencio. No quería decir que no, pero tampoco quería decir que sí, ya que no quería poner en problemas a alguien por un acto que no hizo. No sabía si mencionar a Dylan por la amenaza que me hizo aquel día en mi casa. Pudo ser él… ¿o no?

No era él, lo hubiese identificado con su voz, aunque… ¿y sí le ordenó a alguien a hacerme daño? Probablemente. ¿Dylan sería capaz de hacer algo así? Con lo que te hizo el día en que casi te dejaba sin oxígeno, podría ser capaz de cualquier cosa.

–      Señorita Edevein… – El oficial habla sacándome de mis pensamientos.

 
–      Ah, lo siento… bueno yo – Tengo que decirlo, tengo que hacerlo. – No, no sospecho de nadie. – Que tonta.
 
–      ¿Segura? – Es tu oportunidad Ethel, debes hablar.
 
–      Eh…
 
–      ¡Ethel! – Mi respiración se detiene al ver nada más y nada menos a Dylan gritando mi nombre mientras entra a la habitación. No entiendo qué hace aquí, no debería de estar en este lugar. Mis sospechas incrementan aún más, ya que quizás está haciendo esto para pasar desapercibido.
 
–      Joven, estoy en medio de un interrogatorio con la señorita. Retírese inmediatamente, por favor. – Pide el oficial.
 
–      Esa señorita que está en esa cama, completamente lastimada, ¡es mi novia! – Declara, ¡¿pero que caraj…?! – No me pida que deje la habitación, sin antes asegurarme de que ella está bien. – Aprieto los dientes molesta, no puede ser que tenga el descaro de llamarme su novia.
 
–      Aún así joven, no puede estar aquí.
 
–      No me iré–…
 
–      ¡Lárgate! – Le grito furiosa. No me quedaré con los brazos cruzados viendo como este tipo hace lo que se le antoja. – Ya no somos nada por si aún no te queda claro. – Aseguro. Dylan se intenta acercar a mí pero rápidamente el oficial lo detiene, me mira molesto como si le haya ofendido que le dijera que ya no era su novia.
 
–      Si no se retira en este momento, estará en graves problemas. – Declara.
 
–      Este capullo se le ocurre seguir molestando a Ethel. – Interrumpe Mateo, ni siquiera me di cuenta que él y Dax habían entrado nuevamente a la habitación.
 
–      ¿Y este quién es? – Pregunta Dax, observando a Dylan de pies a cabeza con disgusto.
 
–      Otro idiota. – Responde Mateo, los dos se posicionan con los brazos cruzados frente a Dylan. Se veían mucho más enormes frente él.
 
–      Jóvenes, necesito que se retiren todos. – Pide de nuevo el oficial, interrumpiendo el momento en suspenso entre los tres. Los dos chicos que parecen guardaespaldas asienten con la cabeza al mismo tiempo y toman a Dylan de los brazos jalándolo hacia fuera.
 
–      Bien, ¿podemos proseguir? – Pregunta el oficial.
 
–      Sospecho de alguien, pero ahora siento que podría estar equivocada.
 
–      ¿Quién?
 
–      Dylan.
 
–      ¿El chico que acaba de venir y dijo que eras su novia?
 
–      Sí.
 
–      ¿Estás segura?
 
–      No. – El oficial suspira.
 
–      Lo interrogaremos, no te preocupes. Si se confirma que no es culpable, lo dejaremos ir inmediatamente. No importa si estás sospechando del equivocado. – Lo último que dice me reconforta, sintiéndome menos culpable de sospechar de él. Dylan se lo buscó, todas esas amenazas y sus actitudes hacen que cualquiera sospeche de él. Solo es para asegurarnos, eso es todo.

Aunque algo dentro de mí espera que él sea el culpable, para que todo esto termine de una vez… porque si no lo es, aquel acosador seguirá estando fuera y libre de hacerme cualquier cosa.

Dos días después…

Anoche me dieron de alta y pude regresar a casa. Me dijeron que debería estar en reposo sin hacer ninguna actividad física por una semana y luego debía ir de nuevo al hospital para retirarme los puntos. Dax se tuvo que regresar a la Academia de Kickboxing antes de que me dieran de alta, sin embargo, ahí estaba Mateo acompañándome. Hasta me trajo a casa, aunque le haya dicho que no era necesario, que podía hacerlo sola.

Con respecto a la universidad, Nara estuvo pasándome los apuntes de las materias que cursamos juntas, sin embargo, la próxima semana asistiré a clases. Aunque deba estar en reposo, no puedo seguir perdiendo clases. Muy pronto serán los exámenes finales, y debo hacerlo bien.

–      Estoy fuera de tu casa. ¿Me dejarías pasar? – El mensaje de Mateo me toma desprevenida. Dejo todo lo que estaba haciendo, y miro a mi alrededor, ropa tirada en el mueble de la sala, platos sin lavar en las mesa, y otro desorden más.

–      Sí, ya te abro la puerta. – Respondo rápidamente mientras recogía la ropa y todo ese desorden. Trato de verme en el espejo, y hago un vago intento de peinar mi cabello con mis dedos.
Corro hacia la puerta y la abro, el aire frío del exterior hace que me estremezca cuando choca con mi cuerpo, ya estaba terminando la temporada otoñal avecinándose el frío del invierno. A la distancia veo a Mateo de espaldas moviendo sus piernas de a poco y frotándose los brazos para calentar su cuerpo. El pobre se estuvo congelando mientras me esperaba.

–      ¡Mateo! – Grito su nombre y él voltea. Sus ojos se posan en mí y sonríe haciéndome sonreír también. Cuando se acerca, noté que tenía la nariz roja, lo que me hace gracia porque se veía tierno.
 
–      ¿De qué te ríes? – Pregunta confundido.
 
–      Tu nariz… está muy roja. – Respondo tocándole la nariz.
 
–      Pues se nota entonces que me estoy congelando. – Bromea.
 
–      Pasa, pasa. – Dejo que entre a mi casa. –  ¿Quieres un té caliente?
 
–      No, tranquila. Antes de salir de trabajar hice un café para traértelo. Americano, supongo que es tu preferido. – Duda.
 
–      Sí, lo es. No tenías que hacerlo, pero gracias, lo necesitaba. – Bromeo y él ríe. Toma su bolso y dentro de ella saca una lonchera, abre la lonchera y saca el vaso donde estaba el café. Me extiende el vaso y lo tomo.
 
–      ¡Gracias! – Le agradezco mientras tomaba un sorbo de ese café. El delicioso sabor del café me sube el ánimo y me calma un poco el dolor de cabeza que tenía.
 
–      ¿Cómo sigue la herida? – Pregunta.
 
–      Me molesta un poco, pero está mucho mejor. – Afirmo.
 
–      ¿Qué te ha dicho la policía?
 
–      Aún no hay respuesta, quedaron en interrogar a Dylan, entonces estoy esperando.
 
–      No te quiero amargar el día, pero ¿estás segura que él está envuelto en todo esto?
 
–      No lo estoy, pero solo es para asegurarme… por lo que pasó aquel día, quizás… –  Me detengo y quedo en silencio, porque caí en cuenta que aún no le he contado a Mateo sobre el suceso con Dylan.
 
–      ¿Quizás…? – Dice – ¿Hay algo de lo que no sé? – Pregunta confundido.
 
–      Eh… pasó algo, pero no es nada, tranquilo.
 
–      ¿Acaso antes te volvió a buscar?
 
–      Sí. – Confieso.
 
–      ¿Te hizo daño? – Pregunta de nuevo apretando la mandíbula,  mis ojos se nublan de nuevo recordando aquel día.
 
–      Bueno…, – Estaba a punto de decirle pero una llamada me interrumpe, reviso de quién se trataba y era un número desconocido, un pensamiento fugaz pasa por mi cabeza… ¿y si me llama el que me está acosando? ¿Y no era Dylan el que está envuelto en esto?

La verdad en tus mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora