Dulce Compañía

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Mary Miller

Mis ánimos estan por los suelos. Definitivamente esta no es mi semana, estoy cansada y perdida en el
espacio sideral, sin contar los dolores de cabeza que me han estado provocando las pruebas de esta semana.

Otra cosa que me atormenta es Leslie, cada vez que lo veo en el pasillo el solo me evade, en el salón ni me dirige la mirada, y con razón. Lo eché todo a perder. No se que es lo que me sucede. Ahora mismo estoy en mi aula y ni siquiera se que clase es la que estoy tomando. Solo quiero llegar a casa y dormir. Al parecer mis plegarias fueron escuchadas, el timbre que anuncia la hora de salida resuena por toda la escuela. Por fin.

Me despedí de mi amiga y me subí en el auto con mi madre. Me estuvo observando gran parte del camino con el ceño levemente fruncido, y yo ya sabía por qué.

---Cuéntame--- ella con solo una mirada ya sabe que algo anda mal.

---No pasa nada mamá, solo estoy cansada.

---Se que hay algo más. Cariño, sabes que puedes contarme todo, ¿verdad?--- como vió que no respondí decidió dejarlo así. No me gusta contarle mis problemas a los demás, en especial a mis padres. Ellos ya cargan con mucha mierda como para estar pendientes a las cosas insignificantes que me suceden a mí. Lo último que quiero es traer más preocupaciones a la casa, y sin necesidad. Ya se me pasará, como siempre.

---Todo estará bien, cariño--- expresó ella.

Eso espero.

Cuando llegue a casa lo primero que hise fue darme un baño para luego subir a mi habitación y hacer la tarea, quería librarme de toda carga. Y en lo que, me puse a escuchar música, es lo único que puede distraerme en estos momentos.

***

Las horas se me hicieron eternas, eran las 5 de la tarde y estaba exhausta, pero por alguna razón quise salir de casa a tomar un poco de aire fresco. Me cambié de ropa y me puse algo más cómodo. Baje hasta la planta de abajo con cierta pesadez y me dirigí hacia el garaje, donde se encontraba mí bicicleta. Me llevé una pequeña cartera en la que traía mi teléfono, mis audífonos y algo de dinero, y partí rumbo a mi destino. En el camino me puse a escuchar Everybody Talks de Neon Trees.

Me dispuse a dar vueltas por mi vecindario hasta que se me ocurrió salir al pueblo. Tal vez me pare en la repostería de Susana para comprarme algo y de paso saludarla. Que por cierto, su madre aceptó la petición que hice de poder trabajar en su repostería. Comienzo la semana que viene.

Estaba corriendo la bicicleta de lo más tranquila hasta que paré de momento al estar a punto de chocar con alguien. Ese alguien era nadie más ni nadie menos que mi primo, Connor.

---¿Estas ciega?, casi me matas--- expresó el de forma dramática. ---Creí que te quedarías en tu casa a descanzar, te veías fatal en la escuela--- comentó con burla.

---Que gracioso. Solo me dieron ganas de coger un poco de aire fresco y despejarme.---

---Ya veo. Oye, ¿sabes como está Susana después de lo de Caleb?--- preguntó él intentando no sonar tan interesado.

La razón por la que se evaden tanto es por el hecho de que antes de verdad se odiaban, sus personalidades y maneras de pensar chocaban mucho, y ahora que los dos sienten algo por el otro no se atreven a aceptarlo por su orgullo. Que estupidez mas divertida.

---¿Con que te preocupas por ella, eh?--- me gusta molestarlo con esto.

---Ay no empieces, solo quiero chisme--- dijo él encogiendose de hombros.

Si, claro.

---Si, ella está bien. Dudo que incluso lo recuerde--- respondí, restándole importancia. El se notó más aliviado.

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