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El negocio del narco

Don Jeon era el capo más temido y sanguinario de todo Sinaloa y sin duda alguna de todo México, el hombre era conocido en todos los estados de la república mexicana y no era para menos, con todos los rumores que se decían por los pueblos, se había rumoreado que poseía más de diez carteles bajo su nombre y protección, también se rumoreaba que tenía comprados a cada uno de los peces más gordos y corruptos del gobierno, el cabrón no era alguien con quien quisieras relacionarte o siquiera cruzar media palabra.

Mayormente el Don se mantenía al margen de la porquería que era la rivalidad entre carteles, el no tenia la mínima necesidad de meterse en pedos¹ innecesarios sólo para demostrar cuan relevancia tenía cómo capo en el país, después de todo, él conocía el poder y importancia que poseía dentro del narco, con sólo chasquear los dedos tenía al presidente y ha todos sus comisionados chupándole los huevos, aunque algunos de estos se daban el derecho de opinar cómo llevaba sus negocios con el gobierno y su cartel.

Cuando eso sucedía, siempre se daba el gusto de recordarle a esas ratas desagradecidas quién les brindaba su protección tanto a ellos cómo a sus familias. Le debían completo respeto y agradecimiento, sino planeaban brindarle aquello tan sencillo, simplemente se desharía de ellos. Para aquellos qué le agradaban lo suficiente se permitía ser compasivo y darles un tiro a media frente pero los más desafortunados recibían una muerte lenta y dolorosa, dónde cada extremidad de su cuerpo era cortada en carne viva para después colocarla en una caja de regalo acompañada de claveles blancos, y una nota de pésame para su familia.

Aunque prefería evitar ensuciarse las manos, no había más opción y realmente no es cómo que le pesará la consciencia cada vez que un nuevo nombre se sumaba a su cementerio personal, después de todo siempre disfrutaba meter un muertito bajo tierra. Pero dejando de lado la parte más sucia del negocio, lo que realmente un Don cómo Jeon se encargaba de vender y transparentar toneladas de cocaíana, armas y afrodisiacos tanto dentro cómo fuera dé México. El hombre procuraba mantener una relación comercial con sus compradores y socios extranjeros, tomando en cuenta la cantidad de varo² con la que llena sus bolsillos cada vez que hacen un intercambio de mercancía.

Tenía lazos muy estrechos de compra y venta de drogas con Colombia, Puerto Rico, Bolivia y República Dominicana. Mientras las armas y afrodisíacos provenían de Europa, Zambia y Rusia.

La droga en su mayoría se transportaba por vía acuática, en barcos pesqueros, embarcaciones privadas o yates todo con la minuciosa intención de pasar completamente desapercibidos los cargamentos, aquello era cuidadosamente cuidado y Don Jeon no se permitía ningún error por mínimo que fuera de lo contrario, tendría a los perros de la chota³ tocándole los huevos.

Jungkook era un cabrón demasiado perfeccionista a la hora de cerrar negocios, tenía que investigar a cada hombre con quien se relacionara para conocer a lo que se enfrentaría si se le volteaba la jugada. Por lo qué ahora, revisaba junto con su mano derecha a un nuevo socio colombiano, el cuál había asegurado querer tener una plática con el capo personalmente para hablarle de su propuesta para introducir una nueva droga a México.

—¿Qué descubriste de este cabrón?—Pregunto el capo, dándole un trago a su cuba⁴ con tranquilidad.

—Samuel Jiménez, lleva cinco años en el negocio de las drogas experimentales, bajo el cartel de Alcairo Sajanosica, no se conoce demasiado sobre su vida personal, nada demasiado útil, patrón⁵.—Habló el moreno, deslizando los documentos con la información del dichoso colombiano para mostrárselas al contrario.

𝐃𝐎𝐍 𝐉𝐄𝐎𝐍 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora