Capítulo 8

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Regina estaba estupefacta. Condujo hasta su casa y cuando aparcó, se preguntó cómo había hecho para llegar sana y salva, sin haber tenido un accidente cuando su cabeza no estaba en la carretera. Todo se mezclaba en su cabeza: la confesión de Emma, su beso...Todo se precipitaba. ¿Podría ella haber imaginado un solo segundo...?

Se quedó pasmada unos minutos, agarrada al volante de su coche antes de salir y enroscarse en su sofá, sin dejar de darle vueltas a la última hora. Todo iba tan bien, pues: una cena en compañía de su amiga. ¿Por qué había que estropearlo de esa manera?

Su corazón se encogió sabiendo que su amistad con Emma, tan duramente ganada, podía ser fruto de un deseo de esta última. Entonces, ¿qué? ¿Acaso era porque estaba celosa de su felicidad naciente con Elsa? Era estúpido...Emma actuaba como una niña malcriada que quería todo y enseguida.

Sintió que despuntaba una migraña y así se quedó dormida...Para levantarse al día siguiente con el mismo dolor de cabeza, que le martilleaba en las sienes. Refunfuñó mientras se levantaba, dolorida como si hubiera corrido una maratón la noche anterior. Pero, en realidad, sabía muy bien por qué no había dormido. Se metió en la ducha y rezó para que el agua, casi ardiendo, borrara las huellas de la noche mal pasada. Y sin embargo, la primera sensación que sintió al despertar fue los labios de Emma sobre los suyos. Sensación extraña, sea dicho...

Cuando, finalmente, salió de su habitación, estaba lista. Echó una ojeada a su reloj: Henry debía llegar al final de la mañana según últimas noticias. Estaba ansiosa, eso le haría pensar en otra cosa. La cuestión de cómo actuar con Emma ahora le estuvo dando vueltas en la cabeza toda la mañana: ¿Cómo actuar? ¿Actuar con normalidad y hacer como si nada hubiera pasado? ¿Esperar un tiempo antes de volver a verla? Y Emma, ¿cómo debía sentirse esa mañana? No se atrevía a ponerse en su lugar: verse rechazada sentimentalmente...¿Cómo habría actuado ella si Daniel, Robin, o incluso, Elsa la hubiera rechazado...?

‒ Mierda...‒ suspiró apoyando la cabeza en los brazos, sobre la encimera de la cocina. Henry iba a llegar y la relación entre sus dos madres estaba fría. ¡Qué pésimo reencuentro! Su secretaría la llamó para preguntarle si tenía previsto aparecer ese día por el despacho, ella aprovechó y fingió un cansancio para no ir. Evidentemente, todo el mundo sabía que Henry Mills, el hijo pródigo, iba a volver a la ciudad. Ella no llevó el tema más lejos y aceptó las palabras de su dirigente, lo que esta última agradeció mucho.

De esta manera, Regina se quedó enclaustrada en su casa, preparando la cena, las habitaciones de sus invitados, preparando todo lo que podía ser preparado y que requería la ocupación de su mente.

‒ Dios mío...Pero, ¿qué has hecho?

Mulan acababa de llegar al trabajo pensando que se iba a encontrar a una Emma feliz y jovial. En lugar de eso, se encontró con una Emma apagada, los ojos en el vacío, expresión aturdida, tirada en la silla, y que parecía estar esperando a la muerte.

‒ ¿Emma? ¿Qué ocurre?‒ Mulan se sentó frente a la bella rubia y posó su mano sobre su antebrazo, sacando a Emma de su ensimismamiento.

‒ ¿Hm?

‒ Parece que no hayas dormido en tres días

‒ Bueno...Anoche no dormí en toda la noche

‒ ¿Por qué razón?

‒ ...

‒ ¿Emma? ¿Es Hope?

‒ No, no, ella se quedó con mi madre ayer...Yo...La he cagado...

‒ ¿Cagado? ¿Con...Con Regina?

Al escuchar el nombre, Emma gruñó y hundió su cabeza en sus manos

¿Y después?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora