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Él estaba nervioso, no era más que un simple lacayo, un hombre común y corriente, pero tenía los sentimientos más puros por la mujer que amaba, sin pensarlo, ingresó al palacio.
— Mi señor — Min estaba frente al hombre — Tengo algo muy importante que decirle.
— Claro, ¿Qué se te ofrece Min? — dijo el hombre muy animado de ver al chico.
— No sé como decirle esto — empezó — estoy enamorado desde hace mucho tiempo de una mujer con la que he congeniado muy bien, de una mujer a la cual amo.
— ¡Tú, mi mejor hombre! ¿Estas enamorado? — exclamó Kim — Por supuesto que te daré permiso para casarte con esa mujer, sabes que quiero verte feliz, dime ¿Quién es la afortunada?
— Es su hija, mi señor — la sonrisa del hombre se perdió y dió paso a un rostro duro — Sé que no soy rico, ni tengo una dote que ofrecer, pero juro que la protegeré con mi vida.
— ¡CÁLLATE! — gritó Sunjong — ¿Tú? Un lacayo como tú, ¿pretende casarse con mi hija? Debes estar loco, mi pequeña merece algo mucho más que un simple guerrero como tú, ni lo pienses Min , jamás te daré a mi hija — estaba furioso — Elige otra mujer si quieres, pero ella no.
— ¿Por qué no? ¡ella y yo nos amamos! — sabía que iba a ser difícil, pero jamás imaginó aquella repuesta tan tajante — Podemos ...
— ¡LÁRGATE! ¡LÁRGATE DEL REINO PARA SIEMPRE MIN ! — gritó el emperador — ¡EL DÍA EN QUE DECIDAS VOLVER, JURO QUE VOY A MATARTE!
Los hombres que cuidaban el reino sacaron al joven del interior del palacio.
A pesar de todo, levantó el rostro y pudo ver a su amada en el balcón, le sonrió e hizo una promesa y la cual cumpliría a como de lugar.
Min se sublevó al reino, porque creyó que solo así lograría ser digno, sin imaginarse que su chica sufriría las consecuencias en su ausencia.
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