CAPÍTULO 6 : LA SOMBRA

10 0 1
                                    

09:21 a.m.

—Jaque

Ella arrugó el entrecejo cuando moví el alfil inmovilizando el paso de su rey hacia la única casilla que tenía libre. 

—Has hecho trampa —se quejó.

—Yo nunca hago trampa, simplemente se me da bien elegir mis movimientos —me encogí de hombros. — Además, si tienes que enfadarte con alguien mejor que sea contigo misma ya que fuiste tú quien me enseñó a jugar.

—Fue una terrible idea ahora que lo pienso

Dos toques en la puerta nos sobresaltaron y me puse en pie recogiendo la daga oculta en mi bota. 

—Relájate —siseó ella.— Solo es el servicio de habitaciones que nos traen unos tentempiés para desayunar. Así que, qué te parece si bajas el pincho ese antes de que asustes al pobre empleador y tengamos otro cuerpo del que deshacernos antes del mediodía?

Hice oídos sordos a su orden y me dirigí en silencio hacia la mirilla de la puerta. Un joven con uniforme blanco estaba postrado al otro lado con un carrito con alimentos. Escondí la hoja tras mi espalda y abrí la puerta ofreciendo una de mis mejores sonrisas. 

—Buenos días, les he traído el desayuno —saludó con una sonrisa tímida. 

El joven hizo un ademán de entrar pero continué en mi posición bloqueándole el paso.

—Mmmh disculpe —carraspeó tenso, pero no me moví.

—Deja al pobre muchacho hacer su trabajo, que tenemos muchos asuntos que discutir —escuché decir a mi compañera. 

Le di una última mirada al chico y sonreí con malicia esperando que me diera un solo motivo para cortarle la lengua. Después, volví en silencio a la habitación tomando asiento en el apoyabrazos de una butaca, sin perder en ningún momento de vista los pasos del camarero.

Él se acercó cuidadoso al centro de la espaciosa habitación de hotel y dejó el carrito frente a la mesita de té. El desayuno parecía más una decoración, que un plato en sí. Tazas y platillos de una delicada porcelana floreada llenaban las bandejas con manjares que supuse que me podría costar lo que ganaba con mi mejor trabajo. 

El muchacho estaba depositando la primera bandeja cuando levantó la cabeza de golpe. Su mirada viajó por la habitación, curioso como un perro que había captado el olfato de un hueso. 

No me costó mucho deducir qué olor le había llamado la atención. 

Había empezado a dar unos pasos dubitativos hacia el baño cuando decidí intervenir. 

—Ya no son necesarios tus servicios—dije cortante.— Puedes marcharte —y señalé la puerta a modo de invitación.

Miró a mi compañera por un segundo en busca de confirmación, al fin y al cabo era su habitación y no la mía. Ella simplemente lo despachó con un gesto de su mano, centrando la atención en el manjar servido frente a ella y dejando atrás la pequeña mesa en la que habíamos estado jugando. 

Y él, tan temeroso y escurridizo como había llegado, se marchó. 

Con un suspiro volví a guardar la daga dentro de la bota.

—Deberías relajarte más —me dijo ella mientras se echaba azúcar en su taza de té.— Aunque cueste creerlo, no todas las personas de este planeta intentan matarte.

—No, tienes razón. Solo las que viven en el continente Europeo, Asiático y Americano. 

Su cabeza se inclinó a la derecha con curiosidad.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 11 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Diario de una sombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora