Capítulo 3.

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—No es necesario que me digas nada Juliana. —Valentina lo pensó mejor, la más bajita solo cerró la boca al instante, esta situación era demasiado incómoda, no solo porque se había casada engañada, sino también porque había tenido un ataque de pánico frente a su nueva esposa. Las cosas no podían ser peores, tenía que hacer algo pronto.

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—Tienes que anular esto, hacer algún contrato, un acuerdo de empresas, cualquier cosa. —Juliana caminaba de un lado a otro ante los ojos de la secretaria de su abuelo.

—No hay ninguna manera Juliana, por favor no insistas —la mujer siguió escribiendo y revisando muchos archivos.

—P-pero... me mintieron, ¿por qué no me dijeron que debía ceder mis acciones para que pudieran hacer el papeleo?, lo habría hecho sin dudar, ¿por quién me toman?, ahora estoy casada con una mujer que tiene la vida por delante, y yo ni siquiera he terminado la universidad. —Juliana se dejó caer aun abatida sobre el sofá de piel de la lujosa oficina, la mujer resopló.

—Escucha Juliana, tu abuelo fue el que planeo todo esto ¿bien?, él estaba seguro que tu no querrías casarte, después de lo que sucedió con Aarón —el rostro de Juliana cambió su expresión a una llena de dolor, pero decidió tragarse aquella sensación en el pecho antes de que sus lágrimas cayeran —él hizo esto para que las personas dejaran de hablar sobre ti, al casarte con la heredera de los Carvajal los medios dejarían de inventar rumores sobre ti y se centrarían en tu boda y lo feliz que serías con Valentina Carvajal y esas cosas. —Juliana suspiró.

—No existe tal cosa, no puedes ser feliz con una persona que no conoces y que ni siquiera quería casarse —el cuerpo decaído de la joven simplemente se puso de pie para salir de ahí.

—Lo siento Juliana, pero este casamiento es definitivo —la mujer observó a la joven rizada salir del lugar, dentro de su frío corazón podía sentir el dolor de la menor.

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El chofer la llevó de regreso al enorme hotel, que con mucha gentileza su suegra había costeado como regalo de bodas, arrastró sus pies a través de los pasillos del edificio hasta llegar al ascensor, presionando el botón del último piso que la llevaría hasta el pent-house. Antes de pasar la tarjeta por la puerta, respiró profundamente, caminó por el enorme lugar, notando el cuerpo de su esposa reclinado sobre uno de los sofás cerca de la ventana leyendo algún libro, bastante grueso, por cierto, el sonido de sus cosas cayendo sobre la gran barra junto a la cocina llamó la completa atención de su esposa, la cual dejó su libro a un lado.

—Juliana —la más bajita se quedó en su lugar, no sabiendo cómo reaccionar antes su esposa.

—H-hola —dijo débilmente desviando la mirada.

—La comida está aquí, será mejor que nos sentemos —Juliana se dejó caer sobre una de las sillas alrededor de la mesa de la cocina, la comida parecía deliciosa, en segundos su plato servido frente a ella y la voz de su esposa retumbando en sus oídos.

—Juliana —la menor levantó la vista exaltada, prestándole atención a la mayor.

—Yo... lo siento... andaba distraída.

—Actúas así desde que llegaste, ¿algo pasó? —la menor pensó detenidamente que decir, Valentina tenía ese semblante que la hace sentir nerviosa, mirada fija y muy penetrante, podría decir que, sin expresión, es algo que le dice que en cualquier momento se daría cuenta de que está siendo engañada.

—N-no... no es nada... —Valentina alzó una ceja cambiando por completo el rostro que tenía en ese momento.

—Te conozco hace unos días, pero no necesito conocerte una vida para saber que no me estás diciendo la verdad Juliana —la más bajita suspiró, sintiéndose aún más intimidada por esas palabras.

Prometidas |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora