Epílogo.

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Una noche en una isla paradisiaca con una mujer tan caliente como Valentina Carvajal, era algo de lo que Juliana no creía merecer, aún más cuando la habían pasado tan bien durante su estadía. Juliana sabía algunas cosas sobre la vida sexual de Valentina, y comparado a su muy fracasada experiencia sexual, se sentía avergonzada por no tener nada de experiencia.

Valentina le había dicho lo sexy que era, cosa de la que ella no estaba tan segura y habían terminado con una muy caliente sesión de sexo, pero no creía haber estado a la altura de su esposa. Debía compensárselo a toda costa, algo que le hiciera notar a Valentina que realmente era sexy y no una aburrida en la cama.

Aquel día Juliana tenía una sesión de yoga a la que no asistiría y Valentina después de su muy traumática experiencia con el instructor, no querría volver, así que Juliana estaba segura de que le rechazaría amablemente la invitación y sería libre de comenzar su plan. Tomó su maleta de deportes y salió de la habitación, Valentina aún estaba adormilada, le aseguró que lo más probable era que se quedara en la habitación todo el día, al sentirse muy cansada. Otra ventaja para Juliana, quien solo fue directo al mueble en busca de alguna tienda que tuviera los elementos que buscaba.

Se pasó gran parte del día de un lado a otro, buscando y encontrando, el atardecer se acercaba y Juliana estaba de regreso, Valentina no estaba, así que se dio un baño rápido y con algo de ayuda de lubricante con efecto calorífico y un tapón, logró prepararse un poco, Valentina se sorprendería mucho, o al menos eso esperaba, sino se sentiría tan ridícula como se había sentido en muchos momentos de su vida. También había conseguido una extraña crema corporal con olor a chocolate, así que la frotó por su cuerpo entero de pies a cabeza, hacía que su piel se viera brillante y comestible, genial, la mujer que se lo vendió le aseguró que su esposa estaría satisfecha, aunque Juliana no entendía bien a que se refería, la aplicó uniformemente sin pensarlo mucho.

Creía estar lista ya cuando escuchó el sonido de la puerta siendo abierta, y el sonido de unas llaves caer sobre la mesa, las cortinas y ventanas estaban abiertas y la brisa marina junto con las luces del atardecer entraban por la abertura del ventanal, reflejando los rayos solares en su piel sabor a chocolate.

Valentina quedó atónita cuando vio a Juliana, con aquella piel resplandeciente y el olor a chocolate en el aire, el sol anaranjado comenzando a esconderse, y su esposa con aquella bata trasparente y desnuda, hacía su boca salivar de deseo.

—Juliana... —Juliana la miraba fijamente, sus ojos marrones eran hermosos, todo ella era perfecto.

—Yo... soy toda tuya Valentina. —Valentina estuvo a punto de convertirse en un depredador al escuchar aquella frase, pero Juliana había pasado por mucho y también había hecho mucho por ella. Dejando caer su ropa a un lado, se acercó a Juliana y retiró la bata, dejándola caer por sus hombros, su olor era maravilloso, sus manos cálidas pasaron por sus brazos y notó como la menor se estremeció.

—Gracias —se besaron lentamente, Juliana pasando sus brazos sobre los hombros de la ojiazul y está sosteniendo las caderas de la pelinegra, la silueta de sus cuerpos a la luz del ocaso siendo proyectada, eran perfectos.

Cayendo sobre la cama, aun compartiendo sus labios, se abrazaron, las manos de Valentina se dirigieron a las piernas de Juliana, separándolas y depositando suaves besos con adoración, la menor estaba expuesta a un millón de sensaciones, siendo masturbada, besada y pudiendo poner a prueba una parte de su ser que no conocía, la desinhibición.

Valentina encontró el pequeño juguete de Juliana, no lo necesitaría más, así que desapareció por alguna esquina de la habitación mientras su boca degustaba el lindo coño de su pequeña esposa, Valentina no daba sexo oral porque lo odiaba, pero si era Juliana, se lo podía dar en cada momento que ella se lo pidiera. Juliana estaba lo suficientemente preparada para recibirla y Valentina teniendo la sangre bombeando hasta la punta de su polla, no podía esperar más.

Prometidas |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora