Capítulo 9.

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Mía no quiere sonreír.

Mía.

29 de Noviembre de 2018.

Hoy no tenía ganas de asistir a una fiesta en casa de mi mejor amiga y sin mi mejor amiga.

Pero tampoco tenía ganas de quedarme sola en casa.

Mi papá había viajado y no quería estar sola. Recuerdo que antes me gustaba mucho mi soledad y disfrutaba de pasar tiempo de más solo conmigo misma a causa de que mis padre no estaba mucho. Luego, comencé a ser más unida a Lia y poco a poco fui abandonando la idea de que estar sola estaba bien.

De vez en cuando es bueno, pero nunca entendí los beneficios de tener compañía hasta que lo viví.

Por eso últimamente me aterra la idea de quedarme sola, sobre todo desde que mi única amiga se fue. No soy la mejor compañía para cualquiera, sé que es broma eso de que me pongan apodos "malvados", pero tengo la duda de si alguien lo tomará en serio.

Tal vez por eso no tengo muchos amigos.

No quiero estar sola, no puedo volver a sentirme sola. El sentiemiento de soledad siempre me ha sido tan abrumante, pero no lo perceptía hasta que dejé de sentirme así.

Así que ahora estaba entrando a la casa de los ausentes tíos de Lia. Aún no había gente porque era temprano así que solo fui a la cocina donde Jorge e Iván estaban colocando alcohol.

—Llegas temprano—dijo Jorge.

—Me aburrí.

—¿Y ustedes cuando planeaban decirme que habia una fiesta?—Luis preguntó apareciendo en la cocina.

—Hay una fiesta esta noche—Iván le dijo.

—Qué considerado.

—Para que te decimos si no ibas a estar aquí como siempre y te ibas a encerrar en tu cuarto.

—Para asegurarme de que no destruirán la casa.

—Todo saldrá bien.

—Eso pensaron mamá y papá cuando decidieron tener dos hijos más y mira, tienen a dos demonios destrozando su casa.

Iván y Jorge lo miraron mal, yo solamente me reí.

Así que también me gané una mirada de odio por parte de ellos pero al mismo tiempo me vieron como si tuviera algo raro.

A mí en lo personal no me gusta sonreír tan abiertamente, no por querer aparentar que odio el mundo, pero si odio mis hoyuelos que se forman cuando sonrío de más.

Y es lógico que estas personas con las que he convivido una buena parte de mi vida hayan notado que no soy de sonreír mucho, por eso me dirigieron miradas extrañas.

—Fue divertido.

—Tienes mal sentido del humor—Iván dijo y yo solo lo ignoré.

—Como sea, no destruyan la casa—Luis tomó comida del refri y caminó hacia la salida.

—¿No estarás?—Jorge le preguntó.

—Estaré en mi habitación.

O tal vez no estará en la casa.

—Amargado.

(...)

Me estaba aburriendo demasiado.

No se que le daba a algunas personas por venir a querer platicar conmigo cuando obviamente se nota que no me interesa. No es que sea amargada pero me cuesta socializar con personas desconocidas y no porque comparta clase con algunas de ellas significa que inmediatamente seamos amigos.

El Tercer IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora