Capítulo 12.

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Mía quiere libertad.

05 de Diciembre de 2018.

Ya habíamos llegado a casa. Apenas habíamos terminado de bajar las cosas y Jorge había salido a llevar a su amiguita a su autobús.

Apenas iba a sentarme cuando Mía se aventó en el sofá quedando acostada, obviamente tiene bastante confianza en esta casa.

—¿Cansada?—preguntó mamá mientras llegaba a la sala.

—Bastante. Su hijo mayor me hizo caminar en círculos por dos horas.

Nos perdimos de regreso al buscar la leña, solo que fue como por media hora, no dos horas como dice ella.

—Eres una exagerada.

—Esto es tan cómodo, pero debería de irme—dijo al ver que no podía seguir discutiendo.

—¿No quieres darte un baño y quedarte?—mamá le propuso.

Mamá tiene una fibra sensible hacia Mía y Lia. Sospecho que son las hijas que siempre quiso tener, criar a puro hombre de seguro tiene sus desventajas.

—No lo creo, tengo que hacer acto de presencia en mi casa.

—Le dijiste a tu papá que ibas a comer con una amiga, ¿no?

—Sí.

—Pues podrías intentar decirle que como ya es noche, te invitó de pijamada.

—Podría funcionar—Mía se levantó del sillón—. Lo intentaré.

Caminó hacia la cocina con su teléfono en la mano. No sabía donde se habían metido los demás, pero ahora solo estábamos mamá y yo y ella me miraba con los ojos entrecerrados.

—¿Por qué me miras así?

—No le contestes así a tu madre, Luis Barranco.

—Perdón, pero, ¿ahora qué hice para que estés tan enojada?

—Nada, aún. Pero si le haces algo a esa niña...—señaló con la cabeza hacia la cocina.

—¿A Mía?

—Sí.

—Mamá, solo somos amigos.

Y sí, tuvimos un desliz pero tampoco tiene que saber eso.

—Estás advertido.

No dije nada más porque Mía regresó muy sonriente lo cual remarcó sus hoyuelos.

—Funcionó. Solo que tengo que estar en casa mañana temprano.

—De seguro mi esposo podrá llevarte—mi mamá le sonrió y se fue.

Eso fue bastante raro.

(...)

Estaba muy cansado, pero estaba esperando a ver si Mía venía a mi habitación. Yo ya me había bañado y creo que ella apenas acababa de salir.

No habíamos acordado nada pero si en serio las cosas no seguían incómodas entre nosotras entonces vendría y no quisiera estar dormido y perder la oportunidad de convivir un poco con ella.

El sueño me estaba venciendo pero alguien tocó mi puerta y luego esta se abrió.

—¿Puedo pasar?—Mía solo asomó la cabeza y yo le dije que sí.

—¿No estás cansada?—le pregunté.

—Bastante, pero no es mala hora para un cigarro.

Mía traía puesta una pijama de Lia y me tendió unos chocolates mientras iba hacia su lugar de siempre.

El Tercer IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora