Una Oportunidad

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Capítulo III

Te quiero.

"Demostrar sus sentimientos", pues la verdad sonaba tan difícil, obviamente lo era pero no tanto como perderla y él no era alguien cobarde.

Llamó a recepción y pidió referencias de distintos restaurantes, quería por lo menos comer algo decente a su lado para dar el siguiente paso.

Pasar tiempo de calidad con ella era el plan principal y en su mente no estaba contemplado el mentir o que ella creyese que él cambiaría de un día para otro porque sabía que era algo imposible, no obstante, si que tenía ganas de cumplir sus deseos de participar más en su día a día, estaba casi seguro de que ella no quería agobiarlo y en tal caso, solo debía abrir un poco esa coraza de seriedad para permitirle ver de cerca todo lo que él la quería a pesar de todos esos pensamientos negativos que ella tenía acerca de su relación.

Después de un par de llamadas confirmó un par de actividades y se decidió por dormir un poco antes de comenzar ese día que por lo demás sería extraño pues prácticamente debería acosar a su ex, la cuál al parecer sólo quería huir de él, aún así se dio ánimos porque por primera vez estaría en sus manos su futuro juntos y no deseaba estropearlo.

La mañana llegó deprisa tras sus cortas cuatro horas de sueño y la verdad es que ya lamentaba haberse puesto a realizar reservaciones a las dos de la madrugada. Sus ojos que ya contaban con unas ojeras naturales, ese día habían decidido marcarse un poco más y mostrar su antipatía natural ante el espejo donde sólo pudo maldecir un poco más su mala suerte. Pero más importante aún era la forma de atrapar a Mikasa, así que sin perder mucho tiempo en su apariencia tomó una botella de agua y se decantó por ir directamente hasta su habitación porque ¡Maldición! Él nunca sería considerado y no pretendía cambiar, mucho menos si se trataba de tener a esa escurridiza pelinegra que se le quería escapar de las manos.

Tocó a la puerta dos veces y esperó.

Al otro lado se encontraba una Mikasa medio dormida que aún no decidía si debía levantarse o esconderse bajo las sábanas hasta que ya no tuviera miedo de salir herida, pero al oír el golpeteo en su puerta no logró ocultar ese atado de nervios que se formó en su vientre al saber quién era el que llamaba a esas horas de la mañana, bajo de su alta cama consiente de lo fatal que debía verse tras esa terrible noche pero pensó por un momento que le importaba poco no verse agradable para la vista, quizás tendría un poco de suerte y el huiria al verla toda despeinada y con la cara roja e inflamada por sus horas de llanto, aún no sabía porque seguía llorando pero esos últimos días habían sido mucho más difíciles de lo que ella creía. No sabía exactamente cómo sentirse pues su mente le jugaba feo al sentirse sola y recordarle que pronto eso sería definitivo.

Enamorarse definitivamente era una mierda.

Cuándo abrió la puerta, su cara de cabreada era tan notoria que él preguntó por su estado, pero ella no se sentía capaz de dar explicaciones, mucho menos si estas consistían en confirmarle que estar sin él le estaba sentando fatal.

𝙴𝚕𝚕𝚊 𝚎𝚜...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora