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Yae no ocultaba su descontento ante la presencia de Tanjirou. Sus ojos reflejaban un profundo desagrado que no lograba disimular. Giyuu, por su lado, no parecía preocuparse por las emociones de la mujer, solicitando una habitación adicional en el hotel como si nada importara más que su conveniencia. La lluvia torrencial y la avanzada hora hacían imposible regresar a la casa del señor Urokodaki. Ante esta situación, la tensión en la habitación era palpable.
Sin embargo, el estado de ánimo de Giyuu era completamente opuesto al de Yae. En su corazón se desbordaba la alegría, motivado por el reciente acontecimiento entre él y Tanjirou. Estaba seguro de que a partir de ese momento las cosas serían diferentes. Estaba decidido a ayudar al joven pelirrojo a superar el dolor y los traumas que había sufrido.
Después de un tiempo en recepción, Giyuu procedió a pagar por las dos habitaciones. A pesar de disculparse con Yae por tener que separarlos, consideró que era lo apropiado desde un punto moral. Su mente se negaba a asimilar la idea de compartir una habitación, incluso si estaban separados por camas individuales. Pero con Tanjirou la situación era diferente; deseaba enredarse entre las mantas y abrazarlo con fuerza, sintiendo la necesidad de mantenerlo cerca en todo momento, temeroso de que su hermoso sol se marchara sin despedirse en cualquier momento. A pesar de la intensa inseguridad y el miedo, sabía que habría tiempo para abordar esos temas. Ahora, su principal preocupación era lograr que Tanjirou se diera una ducha para prevenir un resfriado después de permanecer tanto tiempo bajo la lluvia.
Ambos caminaron hacia la habitación asignada, Giyuu llevando su maleta mientras consideraba prestar alguna ropa limpia a Tanjirou, ya que la suya estaba completamente mojada y sucia. No podía evitar preguntarse cómo había terminado en ese estado.
Una vez dentro de la fría habitación, Tanjirou observó con resignación el escenario ante él. La estancia, aunque pequeña, contaba con un baño y una cama matrimonial con una mesa de noche y un televisor. Aunque no era lujosa, brindaba la comodidad suficiente para pasar la noche. Suspiró, y luego dirigió una mirada al hombre a su lado, quien le ofreció una sonrisa reconfortante para tranquilizarlo.
—¿Puedo preguntar cómo terminaste tan sucio?—inquirió Giyuu, dejando la maleta sobre la cama mientras se despojaba del saco azul oscuro, revelando su camisa blanca de mangas largas.
—Uh... me caí de la moto—confesó Tanjirou—. El pavimento estaba resbaladizo y tomé mal una curva, casi cayendo sobre un charco de lodo.
El deseo de regañar a Tanjirou por su imprudencia al desplazarse en una moto en una noche tan lluviosa como aquella se apoderó de Giyuu, mas optó por dejarlo de lado al comprobar que no había sufrido daños graves. Giyuu se acercó al pelirrojo, resaltando la diferencia de altura entre ambos, a pesar de que Tanjirou ya no era tan bajo como antes, aún Giyuu lo superaba en al menos siete centímetros. Inclinándose, sorprendió al joven con un beso inesperado, sus labios iniciaron una danza suave que progresó con una mordida firme en el labio inferior de Tanjirou, seguida por la intrusión de su lengua en la húmeda y dulce cavidad.
