II

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Querido Ari:

No estoy muy segura de qué es lo que ha pasado. Ya llevamos dos años aquí, y los grilletes dejaron de ser necesarios, pues las cadenas mentales con las que nos cargamos al ver a los guardias, armados y amenazantes, son suficientes para mantenernos aquí.

Esta mañana, llevada por un fugaz impulso de imprudente rebeldía, liberé a los cerdos del recinto en el que estaban.

Al cabo de media hora más o menos nos convocaron a todos. Sabiendo a lo que nos llamaban y con el corazón en un puño, fui con mi hermana. Nos preguntaron quién había sido, y amenazaron con arrancarnos un ojo a todos si no confesábamos. En el mismo momento en que el hombre acabó de hablar, comenzaron las acusaciones.

— ¡Ymir es la culpable!

En busca de un chivo expiatorio, la multitud lo corroboró. Incluso Ylva, mi pequeña hermana, a quien yo más confianza le tenía, me señaló acusadora. No pude evitar sentirme traicionada. El guardia sonrió.

— Felicidades, Ymir. Eres libre.

No tardé en comprender que sólo sería libre si corría. Ahora mismo avanzo por el bosque, con flechas clavadas en mi cuerpo y soldados cazándome como a un venado. Tal vez pronto esté contigo.

Escondiéndome en el tronco de un árbol,

Ymir, la presa.

A tí, dentro de 2000 años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora