➹ Prólogo [Editado]

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Si les dijesen hace un mes que estarían saliendo, definitivamente se burlarían del idiota y lo maldecirían por pensar en semejante asquerosidad, porque es imposible para ellos estar con un desperdicio de vendajes o un perchero, sería algo insólito y jamás, ni aunque fueran las últimas criaturas en la Tierra, se someterían a la tortura de tener una relación ¡Una relación! Con alguien tan desesperante y molesto.

Pero, precisamente hace un mes, es cuando sucedió...

Pasada una semana de derrotar a la rata, Dazai y Chūya habían estado más tiempo juntos tras la última batalla en la que tuvieron que confiar en que el contrario no los asesinaría (ni se dejaría asesinar), puesto que a ambos los pusieron en la misma sala de hospital tras el momentáneo acuerdo de paz entre ambas organizaciones.

Nada iba fuera de lo usual, insultos y comentarios tontos de ida y vuelta, pero su última noche en el lugar pareció desatar el lado más sincero del de cabellera oscura, normalmente las drogas y sedantes no surten efecto en él, pero tras la última cirugía parecieron aplacarlo lo suficiente, ya que sus chistes lentamente fueron perdiendo el tono burlón y despectivo de siempre, reemplazándose con quejas sobre por qué debería estar ahí con Chūya, cuando podría estar con una bella mujer.

—Chūya también es lindo, pero no me sirve~—

El pelirrojo no dejó pasar el comentario, llevándolo por diversos estados de ira, vergüenza, odio, cariño, sorpresa, alivio, entre otros tantos, terminando por dirigir toda la conversación a risas tontas de Dazai, que entre tanto mencionaba lo atractivo que es Chūya, incluso si es un perchero, o lo mucho que le gustan sus ojos, a pesar de luego compararlos con diamantes que felizmente arrancaría de sus cuencas.
Pero después lamentó su decisión porque —¡No podría dejar que alguien...! Incluso tú, Chibi ¡Pasase por la terrible desgracia de no poder verme! ¡A mí!— Lo había dicho como si fuese algo tan terrible, que le provocó un resoplido —Eso es una tortura intolerable, incluso para mí— Eso es, en definitiva, decir mucho.

Eventualmente, ambos se las ingeniaron para que las bromas dejasen de serlo, por supuesto, el tono humorístico, sarcástico y agresivo seguía ahí, como una vía de escape que les aseguraba poder retroceder si las cosas iban por mal camino, pero no, porque incluso si acababa de salir de cirugía, Dazai se las arregló para levantarse y colarse en la cama de Chūya, terminando en un beso que los dejó sin palabras.

Los días siguientes al suceso fueron eternos, incapaces de verse sin sentir la tensión en el ambiente, porque esto ya no fue algo “normal”, Chūya no quería mencionarlo, temiendo quedar en ridículo y ser un juego para el otro, mientras Dazai tampoco lo mencionaba por la vergüenza de sus acciones; vergüenza de dejarse llevar, vergüenza de sentir y vergüenza por permitirse ese desliz, seguro de que Chūya lo estaba evitando a favor de la molestia que sentiría, así que ahí se les fueron cuatro días antes de que los miembros de las organizaciones intervinieran positivamente.

Su siguiente beso fue torpe y tímido (sorprendente, viniendo del dúo más temible de todo Yokohama), a penas se movieron, no cerraron los ojos y se miraron, esperando, retándose, a que el otro se atreviera a tan siquiera pensar en apartarse.

Ninguno lo hizo.

Jamás han contado los detalles, ni nadie está seguro de cómo se desarrolló, pero cuando Dazai llegó a la agencia a tiempo, con una pequeña pero honesta sonrisa en su rostro, supieron que algo había pasado, aunque Kunikida estuvo todo el día preocupado e impaciente, cuestionándose si, tal vez, la ciudad corría peligro de ser desintegrada o el mundo se volvería cenizas; por otro lado, algo similar sucedió en Port Mafia, pues las constantes revisiones de Chūya a su celular junto a las sutiles sonrisas, resoplidos y quejas de cierto hombre, hicieron evidente la situación.

Ahora, eso duró un día antes de que las cosas siguiesen su rumbo, muchos de los que acertaron con sus creencias de la pareja, incluso se decepcionaron, asumiendo que sólo fue una coincidencia o habían regresado a sus peleas habituales, cosa que no es verdad, pero incluso ellos, siendo los ingenuos y despistados que tardaron años en darse cuenta de sus mutuos sentimientos, encima de forma accidental, pudieron percatarse de que hay algo que parece... Incorrecto.

No pueden precisar el “qué”, pero, en el fondo, entienden que, cuando decidieron comenzar a salir, esperaban (desean) que su relación tomase otro rumbo, no significa que quisieran dejar de bromear y molestarse, sólo... No lo saben.

—Te interesa hacer cosas de “pareja”—

Le comentó casualmente Kōyō, luego de ceder a decirle sus preocupaciones, y es que la mujer lleva días aguantando a un mal humorado pelirrojo que camina por las paredes, sin rumbo, perdido en sus pensamientos a la par que intenta acabar su papeleo, por supuesto, ella sigue en contra de esta cosa que tienen, pero si puede ayudar en algo, entonces lo hará, y, en realidad, el problema no fue algo tan grave como esperaba, viniendo de ese traidor.

Luego de una extensa charla repleta de vergüenza, sonrojos, negaciones inútiles y consejos dados y recibidos a mala gana, Nakahara terminó su trabajo con una nueva misión en mente, “hacer cosas de pareja”, como le aconsejó la mayor.

Pero como es de esperar, las cosas nunca han ido bien cuando se trata de “sentimientos” y “Dazai” en una misma oración, cosa que Chūya se verá obligado a volver a recordar.

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