l parte: El encuentro

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Mi llegada al pueblo Lejano estuvo bien, el viaje hasta acá ha hecho que mis ganas por conocer más el lugar sean grandes. El pueblo Lejano, a igual como su nombre también lo era, estaba situado en una provincia lejos de cualquier ciudad muy poblada. La razón por cuál me había mudado hasta este lugar no era muy significativa, o quizá sí, y todo fue dado después de la muerte de mi padre, ya que al haber sido yo su único hijo, me heredó su casa, la cual en mi niñez fue mi hogar.

Era una casa enorme, aunque estaba un poco deteriorada por el paso de los años, pero a comparación a las pocas casas que había en el pueblo, esta se encontraba en buenas condiciones. A su alrededor había un gran bosque, lo recuerdo, recuerdo todas las historias ficticias que me contaba mi padre, según él ese bosque era mágico y "reinaban las hadas." Sonreí ante el recuerdo. Aunque... esas historias inventadas por su loca cabeza conllevaron a problemas graves, como el divorcio de él y mi madre. Quizá si tal vez él no se hubiera tomado tan en serio esas historias, yo hubiese podido acompañarlo hasta sus últimos días, pero lamentablemente mi madre me llevo con ella, alejándome de mi padre.

Empecé a caminar adentrándome al gran bosque, era muy bonito. Los árboles grandes, los pajarillos cantaban, las flores silvestres, realmente podría parecer un bosque encantado, pero solo por su belleza. Se escucharon unas pisadas sobre las hojas secas que habían caído a causa del otoño, me exalte y volteé rápidamente en dirección al sonido, era un venado. Al confirmar que no corría peligro alguno, seguí caminando, contemplando todo lo que había a mi alrededor. Hasta que llegué a un pequeño lago, su agua era muy limpia, casi cristalina, y unos patitos nadaban ahí. Me senté a reposar, realmente había caminado bastante, pero algo atrajo mi atención y curiosidad. Al otro lado del lago se distinguía la silueta de una mujer, aunque no podía enfocarla muy bien, así que me levanté y fui rodeando sigilosamente el lago, sin perderla de vista, hasta que llegué donde ella, guardando tres metros de distancia, ya que no quería asustarla.

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