01. Divagaciones en clase de Gimnasia

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Capítulo Uno
Divagaciones en clases de Gimnasia

Cuando uno tiene una discapacidad motriz como la mía, sólo hay dos formas de ver las clases de Educación Física: con envidia, o como yo, agradecido con la vida.

En serio que mientras tomo un refresco (Pepsi por supuesto) y veo a todos mis compañeros de clases que ya llevan corriendo diez minutos, sudorosos como puercos y caminando cuando creen que el profesor no los ve, no puedo evitar sentirme como un faraón observando a sus esclavos construir la Pirámide de Guiza.

Sospecho que los profesores de Educación Física se deben de sentir del mismo modo. Ya sabes, están ahí, sentados toda la clase limitándose a observar la desgracia de sus alumnos. La desgracia que ellos indujeron.

No es que yo conozca como se siente ir por el abdominal cuarenta o llevar corriendo quince minutos, pero no me cuesta imaginarlo con mirar a Marta.

Marta es mi mejor amiga. Las únicas desgracias en su vida fueron su nombre y los jueves por las tardes, (cuando tenemos gimnasia).

Para aprobar resistencia, tienen que correr por toda la cancha durante veinte minutos, y yo ya sé que no lo va a lograr cuando lleva diez minutos y tiene las mejillas coloradisimas mientras se abraza el abdomen donde probablemente ya le está doliendo por no respirar bien. Le tendría pena si no supiera que ahora le duele porque pasó los primeros cinco minutos corriendo quejándose con el pobre que tenía a su lado de lo degradante que es la clase.

El chico terminó acelerando y sacándole varios metros de ventaja.

Es extraño que en las primeras clases que tuve el profesor me tratara con condescendencia, como si para mí fuera un gran sufrimiento asistir y no poder hacer nada. Creo que no entiende cómo cada clase estoy más agradecido de no someterme a sus torturas.

Marta pasa por delante mío respirando con la boca y con toda la camiseta sudada. No evitó a tiempo una mueca de risa contenida y ella muy amablemente me saca el dedo del medio. Es toda una señorita.

La gente en general cree que yo añoro poder correr o caminar como ellos. Pero la verdad es que no puedo añorar o querer algo que no recuerdo. Es como preguntarle a alguien no vidente si añora el color azul.

Si es cierto que a veces me gustaría tener más independencia para poder hacer todo lo que quisiera sin depender de una rampa o de otras personas, ¿pero realmente existe alguien que pueda hacer todo lo que quisiese?

Todos tenemos nuestras limitaciones, sólo que algunas son más evidentes que otras.

Por ejemplo, yo puedo pedirme sushi todos los días si se me antojase, y Marta no diferencia su izquierda de su derecha y está incapacitada para seguir direcciones o leer un mapa.

De todas formas, no todo el mundo es Marta, hay gente que parece disfrutar de Educación Física. Mis teorías es que son personas que piensan demasiado y necesitan una actividad en la que no puedan pensar en nada, o directamente son personas que nunca piensan en nada y se les da bien actividades donde no hay que pensar en nada.

Ya saben a qué me refiero, parece complicado reflexionar de la vida mientras juegas a fútbol o sudas como un gato esfinge mientras corres.

De la primera clase de personas no conozco a nadie, pero es que en promedio mis compañeros no son de los que piensan mucho, sin embargo de la segunda clase sí que encuentro fácilmente, porque no hay nadie que parezca gozar tanto de gimnasia como Nicholas Fischer.

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