Había escuchado como las personas describían la atracción sexual, sin embargo, jamás lo había vivido. Era extraño. Hasta ese momento de su vida nadie le había interesado lo suficiente como para generar dentro de su cuerpo un cortocircuito. Por el contrario, rehuía del contacto humano y fingía comodidad para no levantar sospechas. Lo que tildaban como mariposas en el estomago le parecía lejano, casi alienígena. Lo había leído en libros y visto en películas, más no tenía sentido dentro de su cerebro. ¿Perderse en los ojos de alguien gracias a una conexión inexplicable que te hacía sentir como si el mundo estuviese hecho solo para ustedes dos? No podía creer algo semejante. No cuando había dejado los cuentos de hadas enterrados en su infancia y la inocencia que había perdido.
Pero allí estaba. Había sentido ganas de besar a Jungkook y lo había hecho, tan simple como eso. No tenía idea desde hace cuanto se había convertido en una criatura que respondía a los impulsos, pero parecía que no había vuelta atrás. Ahora solo le invadía la confusión mientras caminaba de vuelta a su casa tras cumplir su jornada en el instituto. El beso había ocurrido hacía tres días y aún no se recuperaba. ¿Qué pasaría entre el y su vecino desde ahora? No tenía idea, ni siquiera tenía claro si quería descubrirlo. Jungkook ya no se acercaba a su ventana por las noches, pero no le culpaba, ya que era él mismo quien había levantado una muralla entre ambos después de robarle un beso al igual que un vil ladrón.
Además del revoltijo de emociones y la poca claridad que había en su mente, se estaba comportando como un verdadero idiota. Si antes buscaba la presencia de su vecino con anhelo, ahora huía cada vez que pensaba que se toparía con Jungkook. El día anterior se quedó comiendo ramen durante más tiempo de lo que normalmente acostumbraba y cuando llegó a su casa ni siquiera alzó la mirada cuando escuchó la puerta del lado abrirse. Se sentía patético. Pero no estaba listo para enfrentarse a Jungkook, aún no. Podía jurar que todavía sentía el tacto del labio de Jungkook sobre los suyos. O sencillamente se estaba volviendo loco.
Muchas dudas saltaban en su mente. No solo era el hecho de que había tenido su primer beso con su vecino, sino también el hecho de que su primer beso fue por un chico. Si Jimin no había dedicado tiempo ha pensar en las frivolidades del amor adolescente, mucho menos se había planteado la posibilidad de que la atracción al mismo sexo existiera en su camino. Eso le provocaba aún más mareos mentales. A pesar de que no era un adjudicado a la teoría de la familia funcional, en donde el matrimonio y la procreación se encontraba en la cúspide, tampoco se arriesgaba a considerar otros planos más alejados. Había pensado durante todo este tiempo que ni siquiera era capaz de relacionarse de manera amistosa con las personas. ¿Qué significaba esto que sentía ahora entonces?
Era algo realmente patético. Tan solo un leve roce de labios le tenía replanteándose todo lo que había creído hasta el momento. Y lo peor era que el hubiera continuado si no hubiese visto los ojos de Jungkook abiertos de par en par cuando lo besó. Se dio cuenta de inmediato que había cometido una gran equivocación y no sabía qué hacer. Lo único que atinó a hacer fue alejarse mientras se disculpaba con la excusa de que debía volver a casa o tendría problemas. El chico intentó detenerlo, claramente confundido por su actuar, pero Jimin no le hizo caso y desapareció a la velocidad de un rayo con el rostro completamente rojo y el corazón latiéndole desbocado en el pecho.
Desde ahí era que había comenzado con su ridículo plan evasivo, el cuál estaba siguiendo en ese minuto. Aquel día, después del instituto, se fue a una biblioteca que quedaba cerca de ahí. Los fines de semana a veces tomaba libros prestados, esta vez solo estaba buscando un lugar tranquilo para pensar y gastar tiempo. No quería volver a casa por varias razones, entre ellas evitar a toda costa encontrarse con su vecino de al lado. El lugar era antiguo, como todo en su vecindario. La biblioteca tenía solo una recepcionista y las demás personas que trabajaban normalmente lo hacían por turnos, enviados por algún departamento municipal. Jimin saludó con una leve reverencia al entrar. La mujer del mesón parecía lo bastante despistada para no tomarlo en cuenta, por lo que no le devolvió el saludo. Era un lugar pequeño, con estanterías de madera oscura mucho más altas que el mismo. Se trataba de un paisaje intimidante al principio, pero había cierta sensación de escondite que le brindaba confianza, por ello en el pasado se vio a sí mismo gastando sus días en el lugar.
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cómplice ☆ kookmin
Fiksi PenggemarJimin cree que no tiene un hogar. Su vecino de al lado parece encontrarse en la misma situación. Dos chicos ahogándose en problemas y solo ellos están consientes de la realidad del otro. ¿Se trata de un salvavidas o el último grito de auxilio se con...