Capitulo 5

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 Se encontraba comiendo tranquilamente en el comedor dibujando a la chica del otro día, no lo había pensado demasiado, pero por alguna razón se le hizo conocida desde el primer momento en que la vio, tal vez dibujarla le recordara quien era, o tal vez solo era una simple comparación con otra persona. Tenía el listón rojo carmesí a lado de su cuaderno.

-¿Qué dibujas David?

-Nana, es... una chica con la que me he topado.

-¿a si? –pregunto curiosa, aunque parecía tener algo mas su vos.

-sí.

Silvia se le quedo viendo un buen tiempo el dibujo hasta que se encogió de hombros ¿Qué significaba eso?

-has mejorado mucho.

-gracias.

-jaja –le acaricio el pelo a el más joven- me alegro que estés saliendo mas, oh, ahora que recuerdo, ¿no tienes que ir a la pequeña tienda?

-sí, aunque quería terminar de comer algo. Ya he pedido el carruaje, ya debe de estar afuera. Adiós Nana.

-adiós David.

Salió del comedor guardando el cuaderno, los lápices y el listón en su maleta. Fue afuera de la casa y el viento hizo que su gabardina oscura volara de la parte suelta. Se subió al carruaje y este empezó a andar hacia el centro.

El camino no fue tan largo. El auto se detuvo en donde antes había sucedido la ejercitación el día anterior y allí se bajo. Tal vez también ese día se topara con la chica, y esta vez le preguntaría por su nombre, ya que ninguno de los dos se lo había dicho.

Se dirigió a una pequeña tienda por la plaza principal, abrió la puerta y paso saboreando el olor a hierbas. A pesar de que no dirigía algún tipo de hospital, o tenía una empresa de medicamentos como su madre lo había querido obligar a hacer, tenía una pequeña tienda donde vendía medicamentos que él había creado para mejorar la salud de algunos de sus clientes. Verdaderamente no la hubiera abierto si no fuera porque una pequeña, una de sus clientes, y de hecho una de sus estudiantes tenía a su padre enfermo y postrado en cama, al ver su caso quise ayudarle, así que le dije que viniera aquí para que cada vez que se le terminara el medicamento, me comprara mas.

Quito un tablón de madera para dejar ver a las personas que la tienda estaba abierta. Se acerco a una de las mesas que tenia por allí y empezó a examinar a una planta. Era una especie nueva, nunca la había visto. Era una flor de pétalos rosados con algunos detalles peculiares. Para probarla había estado haciendo algo que no le agradaba, pero le ayudaba a saber de qué se trataba, estuvo dándosela a una familia con un enfermo en riesgo de muerte. Apenas van unos días de que lo ha estado haciendo, pero el hombre ya estaba mejorando. Le había estado suministrando un poco de esta planta, aunque últimamente le había subido, y pronto probaría que pasa si a la planta se le deja en alcohol. La había llamado Yuya.

-Maestro David.

-Lilia –dejo de hacer lo que estaba haciendo y tomo en una de todas las estanterías un frasco de cristal con una etiqueta verde poniendo el nombre de la tienda y el nombre del medicamento- toma ¿Cómo ha estado tu padre?

-mucho mejor gracias a usted, estamos en deuda con usted maestro, no sabe como deseaba que mi padre se pusiera mejor, es un milagro.

-no hay de qué pequeña, yo soy el que quiso ayudar, no necesitan estar en deuda, fue un placer ayudarles.

-ay maestro, no diga tonterías, estamos en deuda y punto.

-pe-

-pero nada, no me hará cambiar de opinión maestro, ¿recuerda cuando a mi compañero le tuvo que estar discutiendo porque una x más una b es una x y una b? así me va a tener a mi si se pone a discutir.

Hasta la quinta estacionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora