Enter 10: Are you sure you want to uninstall Mahou Shoujo?

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Los restos humeantes de Juuni, aquel administrador de la máscara tengu, yacían en el suelo. A medida que la espesa nube negra emanaba de su cuerpo, daba la impresión de volverse más pequeño. Esa fue la primera vez que Yuzu vio que uno de esos espectros malignos podía morir, aunque lejos de sentir alivio alguno, en su mente se extendió la condición y un extraño temor. Aquel ser no solo estaba encogiéndose, también su forma cambiaba.

El disparo le dio justo en el centro del torso y lo atravesó de un extremo a otro, dejando un agujero tan grande como su cabeza. A pesar de la herida, no había el mínimo rastro de sangre ni órgano alguno que indicara la naturaleza biológica del administrador. En cambio, su interior era más parecido a la tarjeta madre de una computadora. Pero nada de eso importaba ahora; el origen de los temibles enemigos que acechaban a las chicas mágicas se vio opacado por aquella salvadora misteriosa, esa silueta femenina que tanto Yuzu como Himeko reconocieron a la distancia. Aferrada a un oso de peluche, uno de los artículos más inocentes que podrían encontrarse en una tienda, aquella chica se acercó en silencio y la luz del edificio reveló su identidad a cada paso.

—Mei... —balbuceó Yuzu.

Se le dificultó respirar. El reencuentro no fue ni de cerca lo que esperaba. En su mente había dibujado el escenario ideal de ella como salvadora de Mei, motivada por un impulso heroico de protegerla tanto de los horrores del Sitio como las exigencias familiares. Tal vez era una imagen demasiado irreal, inspirada por la televisión y las películas, pero era la única situación que creía posible. En cambio, fue su amada hermanastra quien, tras semanas de distanciamiento, apareció desde las sombras para rescatarla de un enemigo temible. No solo eso. Cargaba con su propia varita mágica. Mei Aihara, en algún momento, se volvió una chica mágica víctima del Sitio y Yuzu no sabía que pensar al respecto. Ni siquiera podía creerlo; no confiaba en sus sentidos, aquello era demasiado. La desdicha parecía seguirles sin importar lo que hicieran por luchar en contra de esta.

Carente de toda expresión, Mei avanzó hacia las dos chicas que acababa de rescatar. No prestó atención alguna al cuerpo inerte a su lado. La forma de este había cambiado; ya no era una mujer adulta con rostro de tengu; sino que había sido reemplazado por una jovencita que si mucho tenía quince años. Yuzu, con las fuerzas que le quedaban tras dos enfrentamientos seguidos contra los administradores, pudo incorporarse. Los ojos le brillaban por las lágrimas que comenzaron a brotar sin control. Su corazón se oprimía con fuerza al ver como Mei terminó convertida en otra chica mágica envuelta en una guerra despiadada; pero también le alegraba verla de nuevo. Himeko, con todo el cuerpo temblando, logró levantarse y se arrojó directo a Mei, envolviéndola en un fuerte y desesperado abrazo.

—¡Meimei! Tú... tú —gimoteaba entre cada palabra—. ¡Nos salvaste! ¡Nos salvaste de esa cosa!

Aunque las llorosas palabras de Himeko estaban a un lado de su oído y sus lágrimas caían sin parar sobre su hombro, aunque sus brazos le oprimían con fuerza el cuerpo y respirar se volviera difícil, la mirada de Mei permanecía fija en el rostro de Yuzu. Ambas permanecían en silencio, solo contemplándose la una a la otra. Sus respectivas expresiones reflejaban sentimientos muy distintos. Los labios de Yuzu, a pesar del cansancio, temblaban para formar una sonrisa en respuesta al esperado reencuentro entre ambas a la vez que se apretaban con tal de soportar el nudo en la garganta, mismo que terminaría en un llanto tan poderoso como el de Himeko. Ni hablar de sus ojos; ahogados en lágrimas se deformaban con el brillo del alumbrado. Y Mei, aunque apenas había una variación en su fino rostro, no podía ocultar su sorpresa al verse de frente con Yuzu. La boca ligeramente entreabierta le delataba y los ojos fijos en la rubia eran sinónimo de desconcierto. Ninguna podía creer que estuviesen frente a frente después de tanto tiempo separadas. Ahora se reunían por primera vez en circunstancias inusuales.

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