Manos sudorosas no podrán cerrar la puerta

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Un espejo nunca miente. Ellos lo saben. Todo el mundo lo sabe. ¿Acaso no ves lo que ellos ven? Un espejo nunca miente. Yo veo lo que ellos ven. Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo lo sabe.

Siempre he estado fascinado por el completo y definido poder que la mente humana posee por encima de lo que los ojos ven. En alguna parte en el desove de miles de sinapsis y posibilidades, el cerebro a veces descifra bastante improbable e incorrectamente lo que los ojos realmente han presenciado. Estos son los propios pensamientos a los que me aferro mientras estoy parado sobre el cuerpo de mi amada 

Annabel, recostado en una sanguinaria pesadilla.

(Pronto estarán aquí...)

Mis oídos están abrazándose a la esperanza. Juraría que ella me está contando secretos en el más débil de los susurros. Se me eriza la piel mientras me paseo por la habitación sólo para ser seguido por sus ojos inmóviles. Sabiendo que quedarme aquí, en la presencia de mi pecado, seguramente causaría que me vuelva loco, decido mover el cadáver. Resistiendo la urgencia por besar sus labios, indudablemente fríos como el hielo, envuelvo los restos cuidadosamente en las sábanas de la cama empapadas de sangre y la ato con las cuerdas de varias longitudes que puedo encontrar.

(Pronto estarán aquí...)

Incluso mientras arrastro su cuerpo a través de los corredores de la casa y por la escalinata que lleva al sótano, todavía estoy en negación. Todo esto es una broma elaborada. Voy a volver a entrar en la habitación con los sonidos de risas y de felicidad. "¡Te atrapamos!", me van a gritar. Dios, este cuerpo es pesado, ¿Y dónde en este sucio sótano oscuro voy a almacenar un maldito cadáver? Creo que recuerdo haber visto un hacha allí abajo. Tal vez si el cuerpo fuese más pequeño podría meterlo debajo de los ladrillos sueltos del suelo.

(Pronto estarán aquí...)

Al borde de la histeria absoluta, corro de regreso al piso superior y aseguro la puerta, sellando para siempre a mi querida Annabel en su último lugar de reposo. Con mi espalda contra el roble macizo de la antigua puerta, me deslizo hasta el suelo e intento recobrarme una vez más. Gritos apagados resuenan en los pasillos, sólo seguros de ser mi muerta amada regresando a la vida. Aullando mientras lucha contra los impedimentos que aprisionan su cuerpo, ella correrá por las escaleras y hacia mis brazos, bañándome con besos de perdón. Ya no puedo soportar este lugar de terror. Sin la certeza de hacia dónde voy, sólo tengo que estar seguro de correr muy lejos de aquí. Después de todo, pronto estarán aquí.

The Emptiness (Saga Alesana #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora