Si tan sólo pudiéramos enterrar los recuerdos de las personas a quienes amamos junto con los cuerpos que ponemos en la tierra. Una manera fría de verlo, lo sé; pero esto nos salvaría de contristar a quienes tratamos de olvidar. Sólo digo esto debido a las extraordinarias y misteriosas cosas que comenzaron a ocurrir desde que seguí alrededor del pueblo.
Veo a Annabel por todas partes; en las ventanas de esta tienda o aquella, en el mercado por un momento justo antes de que desaparezca de vista, en la calle Taylor justo antes de dar la vuelta en la esquina. Esto está desgastándome de una manera lenta pero segura, como las olas sobre la arena y no tengo una noción clara de cómo detenerlo. Las últimas veinticuatro horas han sido estimulantes, pero ya no puedo luchar contra el sentimiento de que las cosas no son como parecen. El hombre en el balcón, escabulléndose hacia la puerta trasera, como un criminal en una obra de Shakespeare; la mujer en el espejo, acosándome con su terrible mirada; y ahora el tormento de ver a la mujer que amo en cada esquina. ¿A quién engaño? ¿Por qué pensé que podría mentirme a través de esto? Nunca quise lastimar a Annabel, y desde luego no fue su culpa que lo hiciera. Esto no es lo que soy. No soy un asesino.
La incontrolable ansia de irme me llega mientras me aferro a la cama de la posada donde había decidido pasar la noche. Necesito correr muy lejos de aquí. Ante los ojos del pueblo, sólo soy un transeúnte local en necesidad de un día lejos de casa. Nadie me extrañará. Nadie me recordará. ¿Pero qué hay de de la madre y su hija, quienes me habían visto salir del bar? El caballero que me había sonreído y agitado el brazo probablemente recuerde mi rostro. Atormentado por estos pensamientos, e invadido por un suave canto en el viento que suena demasiado similar a la sonora voz de mi difunta amada, decido que ya he tenido suficiente, me levanto rápidamente, y salgo hacia la noche corriendo a través de las calles y eventualmente hacia los campos.
Sin idea alguna en lo que se refiere a mi destino, me siento como si estuviera siendo arrastrado con una cadena por alguna fuerza invisible en el aire nocturno, y al mismo tiempo la lluvia empieza a caer sobre mí. Un relámpago ilumina el cielo nocturno revelando las colinas frente a mí, sobre las cuales yace la casa donde Annabel murió. Paralizado por el abrumador ataque de culpa fluyendo a través de mi cuerpo, caigo de rodillas y sollozo. ¿Qué he hecho? Clamo a los cielos e imploro por perdón, por instrucción. Mis plegarias son inmediatamente recibidas por la risa de una figura sombreada que se avecina ante mí. Como si estuviera soñando despierto indolentemente en un día de verano, el extraño se apoya en la puerta de mi casa, como si no tuviera preocupación alguna en el mundo. Veo al hombre que se burló de mi llanto quedarse perfectamente quieto, sin moverse una sola pulgada. A pesar de que sólo le di una ojeada anoche en la taberna, no tenía duda sobre la identidad del fantasma parado en mi entrada principal. La única pregunta que quedaba era: ¿Qué había traído al hombre del balcón de la taberna a mi remota casa en el bosque?
Con un pavoneo confiado que sólo magnificaba mi propio miedo y confusión, el hombre en mi pórtico, el hombre del balcón, comenzó a juguetear con algo en sus manos. Otro destello de los cielos reveló que estaba sosteniendo el mismo cuchillo que había visto la noche en la que Annabel murió. El arma que arrancó el alma de su cuerpo, la hoja que me había convencido de que había asesinado a mi amor y, en consecuencia, me torció en el maniaco que me había convertido, estaba ahora a unas cuantas pulgadas de mi rostro, en las manos del mismo monstruo que lo había empuñado tan maliciosamente. Oh querida, dulce Annabel, dime que estoy perdonado. Di que todo ha terminado, dime que estoy bien.
Con otro destello de luz, El Actor desapareció.
ESTÁS LEYENDO
The Emptiness (Saga Alesana #1)
Short StoryEste relato cuenta como El Artista va perdiendo la cordura poco a poco después de despertar una mañana y encontrar a su amada Annabel asesinada por sus propias manos