Unos ojos vacíos acusan a un rostro tan malvado

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Mis ojos se abren con el escozor de la luz del sol. Algo anda mal. No la clase de mal que sientes cuando recién despiertas de un mal sueño, sino algo verdaderamente malvado. Una sensación de pánico y desesperación corre por mis venas con una urgencia tal que salto de la cama sin tomar en cuenta la columna de la cama que mi cabeza inevitablemente golpeará. ¿Qué es ese olor? Tan desconocido. Lo único que reconozco en su almizcle es a Annabel, pero es como si algo tan profundamente pútrido estuviese encubriendo su tentador aroma. ¿Por qué estoy temblando? ¿Estoy equivocado con respecto al sueño? Tal vez esté atrapado en los últimos segundos de una pesadilla tan horrorosa que incluso mientras estoy parado aquí despierto no puedo escapar de su garra. Un sorbo de agua y un momento para recobrarme deberían ayudarme a poner las cosas en su lugar. ¿Dónde estuve anoche? ¿Qué hice? Recuerdo la cena, las bebidas, las risas. Recuerdo hacer el amor con Annabel. Recuerdo dibujar. Sí, mi dibujo, mi última obra maestra. Oh, no puedo esperar para que mi dulce amor ponga sus ojos en mi mayor logro hasta la fecha. La va a complacer muchísimo. Debería despertarla, estoy demasiado emocionado para dejarla seguir durmiendo.

Me acerco para sacudir dulcemente a Annabel de su sueño y encuentro que mis manos están cubiertas de sangre. El olor, el temblor, el pánico. Contra mi voluntad, volteo mi mirada hacia la horrible escena que yace en la cama sólo a unas pulgadas de donde yo dormí. La dura realidad de lo que estoy viendo pasa sobre mí a medida que caigo sobre mis rodillas gritando, llorando, vomitando. Esto no puede estar pasando. Todavía estoy dormido, nunca desperté. Me arrastraré a la cama, envolveré mis brazos alrededor de mi dulce Annabel, y por la mañana despertaré con la suave caricia de sus labios. Con toda la fuerza que encuentro me meto en la cama y me muevo lentamente junto a la mujer con quien he compartido los últimos siete años de mi vida. Fue en este preciso momento que noté la dolorosamente angelical belleza de sus ojos. Tan gentiles, tan indulgentes, y ahora en este aparentemente interminable instante, perfectamente quietos. Su piel, una vez exuberante y resplandeciente está ahora sumergida en una piscina carmesí.

No estoy completamente seguro de qué atrajo mi atención hacia el espejo en la pared. No estoy diciendo que si no hubiera visto mi reflejo en esa fatídica mañana las cosas hubieran marchado diferentes al final. Todo lo que sé es que hasta el día en que muera no volveré a dormir otra vez. Mientras se revela el misterio detrás de las últimas horas de la vida de Annabel, el viejo, roto espejo que ha estado colgado en mi habitación desde que puedo recordar dejaba perfectamente clara una cosa. Yo, el Artista, había matado al único amor que conoceré alguna vez, Annabel.

The Emptiness (Saga Alesana #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora