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Salí a por unas frutas varias de los setos que también cuidaba mi padre. En estos sí había frutos en buen estado. Llené la cesta de frutos del bosque y volví comiéndome un arándano. Jungkook seguía dormido, serían las nueve o diez de la mañana; seguramente nunca había dormido tanto el pobre.  Aún recordaba como se veía boca abajo, estirado en lo que yo consideraba cama; se veía realmente adorable con los labios entrecerrados y el cabello desastroso.

Cuando entré me encontré con Jungkook en el salón frente a la escalera. Tenía una de sus manos metida bajo la camiseta levantando esta dejándome ver ligeramente la tira de sus pantalones y sus abdominales. La otra estaba en su nuca. Igualmente mi mirada fue a su despeinado cabello, ¿Cómo se veía bien en las mañanas?

—Traje el desayuno —dije moviendo la cesta.

Jungkook bostezó asintiendo.

—Antes iremos a bañarnos al lago, ¿Te parece bien?

—¿A qué?

—A bañarnos—repetí—, ¿Cómo crees que nos lavamos? Creo que te quedó claro cuando fuiste a mear a un árbol que no tenemos un baño decente.

Teníamos por así decirlo una zona donde hacíamos nuestras necesidades, pero no un baño como el del castillo en el que había una bañera enorme llena de agua calentita el día entero.

—Está bien—dijo riendo—¿Qué llevo?

Dejé la cesta en la cocina y me acerqué al salón a agarrar las cosas que usábamos para la hora del baño. Llené la bolsa tanto de mi ropa de cambio como de la suya. Señalé la puerta tras llevarme la bolsa al hombro y agarrar el arco por si lo necesitábamos.

Anduvimos por el bosque hasta el lago, un camino silencioso entre nosotros pero lleno de pájaros piando.

Al llegar dejé la bolsa al lado de la enorme roca y suspiré sonriente al ver el agua cristalina.

—No me están entrando ganas de meterme—susurró al ver el panorama.

Me crucé de brazos a su lado.

—A ver, hace sol, el agua es cristalina, no hay monstruos dentro y no hace frío del todo—dije acercándome a la bolsa.

Rebusqué las toallas y las saqué.

Jungkook miraba el horizonte ensimismado, tuve que darle un empujón para que bajara de las nubes.

—Tú primero. Te desnudas entras, te das un paseíto nadando. Te lavas con esto—señalé un jabón que hacía mi hermano con mucha calidad—y lo tiras en este cubo para no ensuciar el lago. Luego la toalla y me avisas para meterme yo. Estaré tras la roca.

—¿No vas a mirar?

Por un momento la idea me pareció tentadora, recordé sus abdominales, esos que vi en la mañana ligeramente, pero recapacité y negué.

—No, prefiero no traumarme.

Me senté tras la roca y disfruté de los sonidos y comentarios de Jungkook ante el agua fría. Escuché como se metió y no pude dudar si debía mirar aunque fuera un segundo, solo lo vería a él nadar...—¿En qué piensas loca?

Escuché como gritaba ilusionado, le estaba gustando la experiencia y eso me relajaba.

Escuché que salió y se lavó comentándome lo mucho que le gustaría repetir aquello. Luego fui yo, me metí y nadé sintiéndome liberada, amé la sensación de volver a mi vida anterior. Miré el cielo, me quedaría allí toda la vida pero tenía un idiota arrogante esperándome.

Tras ponerme la ropa de nuevo me llevé la mochila al hombro. Mi cabellera estaba casi lisa por el agua, me llegaba por la cintura o incluso más abajo. La posibilidad de cortármelo pasó por mi cabeza, era demasiado largo y me dificultaba muchas cosas; igualmente decidí esperar y consultarlo con mi padre al menos.

—Volveremos para comer—aclaré abriendo la puerta de la cabaña.

—Quiero que me enseñes a venir aquí, a tu cabaña.

Asentí ofreciéndole la cesta de bayas. Comimos de estas mientras le enseñaba lo que tomaba de referencia y cuando me percataba de que me había pasado. Jungkook realmente estaba pendiente, ¿Por qué querría saber llegar?

Nos sentamos en la roca del lago ya con nuestras cosas listas para subir a palacio en el suelo. Aún quedaban algunos arándanos en la cesta.

—Tu hogar—susurró—Me gusta.

Miré su perfil, estaba concentrado en redondear el arándano de entre sus dedos. Su vista se desvió a mi rostro, me había pillado mirándolo. Sonrió sin dejar de mirarme. Mis ojos se perdieron en el brillo de los suyos, hacía un tiempo que mis ojos lo buscaban y no terminaba de encontrarlo; llevaba días buscando el brillo de ilusión de sus ojos, ese día fuera lo necesitaba realmente.

Se inclinó lentamente hacia mí, me tensé, su respiración se chocó con la mía durante unos segundos, después lo que chocaron fueron nuestros labios en un delicado beso, todo lo contrario a aquel beso que nos dimos hace, para mí, una eternidad en mi salón. Mis labios extrañaban los suyos, como si siempre tuvieran que haber estado juntos.

Se separó sin quitar la sonrisa y bajó de la roca dejándome con un ardor en los labios, quería más.

—Volvamos, quiero ver la cara de mi padre cuando me vea entrar así—dijo señalando la ropa con la que me movía yo habitualmente.

Me toqué los labios el camino completo de vuelta, sentir los suyos sobre los míos había revolucionado mi cuerpo completo y nublado mi mente. Subimos las escaleras y abrimos la puerta. Parecía que todos seguía en su lugar. Justo en el momento en que pisé la hierba del jardín sonó la trompeta; hora de comer.

Corrimos dentro del palacio y abrimos la puerta del comedor sorprendiendo a los ya sentados. El Rey se levantó bruscamente al vernos agitados en la puerta por la carrera hasta allí. Mi padre negó con una pequeña sonrisa todo lo contrario a mi hermano, este último tenía la mirada fija en Jungkook, esa mirada asesina que me hacía cuando le decía que le tocaba recoger la cosecha con papá en verano. Cerramos tras nosotros y fuimos a sentarnos.

—¡Jeon Jungkook!

—Cariño, ahora no—dijo la Reina invitando a sentarse a su lado a su hijo—Después de comer.

Comimos sonrientes, yo pensando en el beso y él en a saber en qué. Mi hermano me preguntó qué hicimos durante el día entero, tuve que contarle la alegría que sentí al volver a cazar, la confusión de Jungkook por el baño en la mañana...le conté todo, menos el beso. En cambio, no vi a Jungkook en el resto del día, como si hubiera desaparecido de nuevo.

Entré a la habitación en la noche, tenía muchísimo sueño en esos momentos. Me estiré y me tiré sobre la cama, seguía sin haber rastro de Jungkook. Tocaron la puerta, me levanté tras un gruñido y me sorprendí al ver a San tras mi puerta. Mis párpados pesaban, casi me caía del sueño.

—¿Dónde estuvisteis?

Le invité a entrar. Se sentó en la cama esperando una respuesta de mi parte.

—No es relevante.

—Sí que lo es, desapareció el heredero. ¿Sabes la que se armó aquí?

—Jungkook estará encantado entonces. Al menos ya ha descansado lo que necesitaba.

—Jungkook no es-

—No me importa tu opinión de él, él no tiene una muy buena de ti y como ves no estoy juzgándote. Por mucho que me habléis mal del otro yo seguiré teniendo mi propia opinión de vosotros basada en lo que he visto y presenciado. Deja de intentar alejarme de él porque no lo haré.

Señalé la puerta. Tenía demasiado sueño como para lidiar aquella absurda pelea.

—Iba a irme a dormir.

—Mi padre debe estar echándole la regañina del año— dijo burlón, abrió la puerta—¿Te imaginas que no desheredan?

Ni de coña, sería la cosa más absurda que podrían hacer. Jungkook estaba preparado para ser un Rey de primera. Su carácter se había conformado para acatar lo necesario para poder sentarse en ese trono. Si decidían que Jungkook no era adecuado para ese puesto solo por darse un descanso de un día, quiere decir que no confían en él.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now