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Último día de descanso, Jungkook salió a cazar por su cuenta porque su orgullo de Rey no le permitía que lo acompañara. Sorprendentemente trajo un par de conejos, de lo más complicado de cazar, en mi opinión. Comimos olvidándonos completamente del hecho de que habría que volver al castillo al día siguiente a una hora temprana. En general nos olvidamos de quienes éramos, en esos momentos éramos dos idiotas nadando en un lago sin preocupaciones. Era los que ambos necesitábamos, pasar un tiempo relajados sin ese peso de la realeza que nos acechaba. No sabía por qué el estar con él era tan perfecto, una idea maravillosa.

—¡Jungkook!—grité cuando me echó agua a la cara.

Su sonrisa no tardó en aparecer en su rostro, no hacía mucho tiempo sólo era capaz de mostrarme un aspecto arrogante y distante; era curioso como las cosas cambiaban.

—No seas tan quejica, no te favorece.

Siguió nadando lentamente alejándose de la costa, incluso su espalda me parecía hipnótica. Se encontraba boca arriba flotando, con los ojos cerrados y silbando alguna melodía abstracta. Se veía relajado y disfrutando el momento. ¿Qué haría para relajarse antes de conocerme? No me lo imaginaba escapándose, ya me contó que con sus responsabilidades no le sobrada ni un segundo para descansar. Tal vez visitaba los jardines, aunque seguro llevaba las hojas consigo.

Observé el cielo imaginándome qué hubiera ocurrido si no nos hubiéramos conocido. Hacía un día extraño, estaba relativamente soleado, había nubes oscuras pero el sol asomaba dando un calor agradable: rozaba la perfección. El olor a lluvia estaba presente, pero no caía, el sol iluminaba y daba cierto calor, pero no constantemente debido a las nubes: perfecto. Ambos decidimos nadar tranquilamente después de limpiar todo el desastre que hizo Jungkook al tratar de despellejar los conejos, no fue agradable para él y lo comprendía; seguía sin serlo para mí.  A pesar del estropicio, la comida estuvo buena, pero mejor estuvo la conversación sobre qué haríamos al volver al castillo. Él ya tenía pensada su primera reforma y parecía entusiasmado de realizarla. Él era así, pensaba a lo grande.

—A veces eres inaguantable—contesté echando mi cabellera hacia atrás sentada en la orilla.

Me había metido al agua con una camiseta oscura que se me empezaba a hacer incómoda. Se pegaba demasiado, y además de eso me daba frío al estar empapada. Fruncí el ceño  tras tratar que se me despegara un poco.

Escuché su leve risa.

—Quítatela si te molesta.

Jungkook seguía en estado vegetativo sobre el agua mientras yo sentada en la orilla me desesperaba por la tela. Miré un segundo la camiseta antes de elevar la vista algo confusa.

—¿Qué?

—Acabo de decirlo.

Abrió los ojos y se acercó un poco nadando. Su cabellera caía por su rostro, amaba ver como cada gota derramada por su rostro llegaba a su cuello dejándolo brillante.

—Quítate la camiseta.

Se me subió el calor a la cara. Me imaginé sus ojos posados en mi cuerpo sin la camiseta. No había nada debajo, esa prenda es lo único que me tapaba. Mis pechos estarían a la vista, a su vista. Sus ojos se posaron exactamente en mis pechos, esos que se marcaban expresamente por la camiseta. Incluso mis pezones eran notables.

—¡Pervertido!

Me tapé los pechos con los brazos causándole una pequeña sonrisita. Se apoyó en mis piernas, ciertas ventajas de que aquel lago bajara abruptamente, era como dejar las piernas al borde de la cama sin tocar el suelo.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now