EL REENCUENTRO

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La fresca brisa de verano corría entre los árboles haciéndolos danzar, menearse de un lado a otro tarareando la melodía de una canción.
Sentí alivio cuándo golpeó mi nuca sudorosa revolviendome el cabello, al otro lado del parque se encontraba Simon y un grupo de niños deslizándose por un tobogán de color amarillo brillante cómo si no importara nada en el mundo más que eso.
Aún recuerdo cuándo era un bebé regordete, podía pasar horas y horas mirando sus largas pestañas descansarle en las mejillas cuándo dormía.
No podía creer que así se sintiera tener el corazón fuera del pecho, y ahora lo contemplaba a la distancia cinco años más tarde y sentía un calor abrasador que me envolvía todo el cuerpo, era algo que nunca antes había experimentado y sin embargo quería sentirlo el resto de mi vida.
Cuándo yo era niño solía jugar en este mismo parque en el viejo arenero que se encuentra al fondo, soñaba con convertirme en un famoso explorador que realizaba descubrimientos extraordinarios.
Mi padre enterraba pequeñas corcholatas por toda la arena antes que terminarán las clases y cuando llegabamos al parque me decía que si lograba encontrar todas y cada una de ellas me daría un premio.
Algunas veces era helado de menta, algodón de azúcar o goma de mascar.
- Bien hecho Will, encontraste todas las corcholatas - decía mientras me cargaba en el aire
- Eso es porque soy un grandioso explorador - respondía mientras corría con los brazos extendidos como las alas de un avión
- El gran William Baker, el mejor - contestaba mi padre corriendo detrás de mi.
Sonreí con los ojos cerrados al recordar tan tierno momento. Hace años que no veo a mi padre, hay veces en que ni siquiera me permito pensar en el.
Me preguntó que será de su vida, si aún toma café negro por las mañanas y le sigue molestando el barullo de los vecinos. Se bien que fue mi decisión no saber nada más de él, sin embargo tengo memoria y no puedo simplemente borrarme el disco duro.
En ocasiones cuando camino solo por la calle y miro a alguien parecido a el me paralizó, mi respiración se acelera y el pulso me retumba en los oídos. Me quedo inmóvil por un par de segundos y no es hasta que el hombre voltea la mirada y reconozco que no es él vuelvo a tomar aire.
A veces duele, por un breve instante me punza el corazón pero es tan rápido que parece más imagínario que real.
El celular vibra en mi bolsillo y me hace dar un brinco, en la pantalla aparece el nombre de la mujer más hermosa que haya pisado sobre la tierra; Grace.
-Hola preciosa, ¿Que sucede?- Pregunto levantándome de la banca y caminando hacia el tobogán dónde minutos antes se encontraba Simon
-¿Ya vienen en camino?, La cena está casi lista- la escucho caminar por la cocina- ¡Carajo!- suelta de golpe.
-¿Estás bien?, Llegaremos en diez- respondo mirándolo a lo lejos sentado en otra banca con un hombre al lado- O tal vez veinte - y cuelgo.
El corazón me comienza a palpitar tan rápido que siento que moriré, corro hacia él lo más pronto posible; por qué demonios se le habrá ocurrido aceptar estar cerca de un desconocido.
Grace y yo hemos sido demasiado protectores con el y tiene tres simples reglas que seguir; no hablar con desconocidos, no aceptar dulces de desconocidos y sobre todo no ir a sitios con desconocidos.
Bien dicen que los hijos siempre terminan por sorprendernos.
-¡Simon! - jadeo en cuanto llego hasta ellos y cuando ambos se giran a mirarme me quedo estático, es él.
- ¡Papi! - responde Simon y me abraza las piernas - Llegas justo a tiempo, acabo de hacer un nuevo amigo.
Mi cuerpo no responde, intento decir algo para no verme tan estúpido pero simplemente no puedo. Él se levanta despacio y su mano derecha se apoya de un bastón metálico, mi corazón se arruga al ver lo difícil que le resulta caminar.
Tragó saliva para mojar mi garganta seca y poder hablar, aunque mi cabeza está completamente en blanco.
- Fue un placer conocerte Simon - Dice él rompiendo el silencio - Pero debo irme, tal vez nos veamos luego.
- Adiós James - Responde Simon sacudiendo la mano con una sonrisa en los labios.
Mi boca se separa y al fin logro hablar en un gemido casi animal.
- ¿Te gustaría quedarte a cenar? - El voltea de golpe y me mira directo a los ojos, esos ojos que son exactamente iguales a los míos.
Sigo temblando aún no recupero por completo el control de mi cuerpo, así que cruzo los brazos sobre el pecho para sentirme firme.
- Me encantaría - Sonríe de lado y cuando lo hace un cosquilleo inmenso me recorre la espina dorsal.
En el momento que mire a James a los ojos el rencor que había sentido por tanto tiempo, el dolor, el miedo, la soledad se desmoronaron pedazo a pedazo hasta caer a mis pies. Me sentí cómo cuándo tenía cinco años y esperaba en la puerta del colegio a que el llegara, a ver su rostro sonriente que me hacía sentir seguro.
Mis extremidades continúan sin responder me he convertido en un títere de mis sentimientos incapaz de alcanzar aire, sin embargo camino despacio hasta el y así sin poder evitarlo lo abracé, con demasiada ansia, con demasiado deseo que lágrimas calientes comienzan a rodar por todo mi rostro empapando su pecho, ahora comprendo que este momento tan suprimido dentro de mi lo había añorado con tanto anhelo que me quemaba la garganta.
No había sido conciente de cuánto me había afectado el haberme alejado de mi padre hasta que lo mire de nuevo, hasta que sentí su calor abrasador recorrerme las venas. Él llegó a sellar aquellas grietas vacias que comenzaban a  matarme por dentro, llegó a hacerme saber que nunca me he encontrado completamente sólo.
Y yo sé que en aquel lugar divino dónde reina mi madre está orgullosa de ambos porque al fin hemos logramos volvernos uno mismo.
Alguna vez leí por ahí perdona aunque no se lo merezcan porque perdonar no salva al otro, te salva a ti.
Y ahora yo estaba salvado.

WILLIAM BAKERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora