8. La palabra tabú

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Cuando terminé de apuntar la última anotación, supe que mi trabajo principal había acabado

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Cuando terminé de apuntar la última anotación, supe que mi trabajo principal había acabado. Miré las piezas apoyadas sobre las paredes, de diferentes tamaños, pero todas ellas protegidas con el embalaje original que yo había ayudado a conservar. El siguiente paso era elaborar una propuesta de exhibición que siguiera una línea temporal o una temática escogida con la que poder exponer todas aquellas piezas de incalculable valor. Pero para esa fase del trabajo no era esencial mi presencia allí.

Volví a contar las obras y mis anotaciones. Era el mismo número cada vez que contaba, así que pude tranquilizarme al saber que las mismas obras que había antes de que yo entrara en la sala estanca eran las mismas que estaban al marcharme.

—Ese Oliver y sus ideas —me dije.

Aquella obra de la que me había hablado no estaba en esta sala, ¿es posible que fuera mentira? No conocía tanto a ese Oliver como para confiar en que me contaría la verdad, ni tampoco como para saber si me estaba engañando.

Noté la urgente necesidad de salir al aseo. Odiaba tener que dejar la puerta abierta de par en par y había sido advertida de no hacerlo, no obstante necesitaba salir de allí en cuento antes. Me dirigí hacia el aseo que ya conocía y allí me alivié. Al salir, volví a la habitación estanca y miré con desconfianza. Entré y volví a mirar los cuadros, nada me faltaba al parecer. Sentí el impulso de entrar y volver a contar las piezas, pero pensé que estaba llegando a un punto de obsesión que en nada me convenía.

Así que salí de nuevo y tecleé el código.

Sabía que Máximo y Oliver estaban reunidos en su despacho por la voz que me llegaba desde ahí. ¿Sería mejor irme sin decir nada? No, desde luego. Había que informar a Máximo de que mi trabajo allí había terminado, por lo que esperé a oír una pausa en la sala para llamar a la puerta.

—Los años que pasé perdido en la India fueron realmente esclarecedores. El yoga, la meditación y otras técnicas de relajación fueron claves para entrar en el estado que requería sentarme a trazar aquellas vaginas, los penes erectos... Eso me dejaba en trance y mis obras subieron de calidad. Odié la suciedad, el hedor y la sensación de que por mucho que me frotara con la esponja al ducharme, seguía sucio.

Sonreí por aquel comentario. Mi temporada en la India fue crucial en mi vida, y no me refería solo a la carrera artística. Vivía por entonces asustado y ansioso. Sentía como si La Musa pudiera perseguirme a pesar de estar ya en Londres, aunque eso no lo diría en voz alta.

Esas experiencias me hicieron constante. Ya tenía la fama, solo faltaba proveer al mundo de todos aquellos cuadros que mi mente imaginaba y mis manos hacían realidad.

—¿La Musa también surgió de su viaje a la India?

Mi sonrisa se convirtió en una mueca de desagrado. ¡Qué capacidad tenía Oliver Benavides de conseguir nombrar al demonio cuando más relajado me sentía! Y eso volvía a dejarme en tensión, como a un padre con miedo de que su hijo dejara de respirar durante la noche.

LA MUSA INEFABLE || ONC 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora