15. La musa inefable

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Varios meses después

Desprenderme de la imagen de Máximo ardiendo y verlo exhalar su último aliento, oler su carne... Aquello había sido demasiado para mí, y aunque hubiera sido consciente de qué era lo que había ocurrido en realidad, no era conocedora de ese hecho. Poco pude hacer para dar luz a aquel asunto, solamente aportar mi testimonio.

Por suerte, cuando se cierra una puerta se abre una ventana y había podido empezar a trabajar como dependienta en una librería.

Podría parecer que aquello era terriblemente aburrido, pero no había mejor manera de aprovechar todos mis puntos fuertes que en una librería. Ordenar, clasificar y estar rodeada de todas aquellas historias. Internamente intentaba emparejar una historia para cada persona. Su aspecto, carácter o cualquier otra información que obtuviera de su lenguaje no verbal me ayudaba en ese aspecto, y yo lo disfrutaba.

El ambiente era distendido y para nada se esperaba que ocurriera nada que cambiara la tónica de la librería. Excepto una vez que un niño se quedó perdido entre las estanterías llenas, no habíamos tenido mucho drama por allí. Y yo lo agradecía.

No podía estar más contenta de estar en un ambiente tan tranquilo y aun así, solían asaltarme pequeñas dosis de información sobre Máximo y su museo que desequilibraban mi balance.

A pesar de que todo aquello se zanjó como un suicidio, seguía teniendo la sensación de que detrás de todo había algo mucho más profundo. No dejaba de pensar en lo extraño que era que Máximo tratara a La Musa como a una persona, temiéndola y queriendo deshacerse de ella de esa forma tan primitiva.

Aparté todos aquellos pensamientos de mi mente y seguí etiquetando los libros que acababan de publicarse. A pesar de trabajar de nueve a cinco como en la canción de Dolly, las nuevas publicaciones las etiquetaba antes de cerrar, cuando ya me encontraba sola en la librería.

Saqué de la caja un par de ejemplares llamados "Tortura para un highlander" de Gwendy Pyton y les puse el precio. Seguro que a alguna de mis clientes habituales les haría especial ilusión esa historia y los aparté para sacar otro de los libros.

El siguiente tomo estaba envuelto en papel reciclado. Lo miré por todas las caras y rasgué el papel hasta ver la portada.

Entonces sentí como si el libro me quemara en los dedos y lo solté.

—¿Qué? —pregunté a nadie en particular al ver a Máximo Labrador en la portada.

La musa inefable había caído boca arriba sobre la mesa y me devolvía la mirada de Máximo. Aquel choque profundo con su cara después de tanto tiempo estaba siendo muy siniestro, a la par que incómodo.

—No tenía ni idea de que se hubiera publicado una biografía sobre él —me dije.

Abrí el libro y pude ver que tenía una dedicatoria escrita a mano. Acerqué el libro a la cara para poder leerlo con nitidez, a esa hora de la tarde ya había caído la noche y no tenía las luces de la librería encendidas.

Para Desirée, quien dio lo mejor de sí para cumplir el sueño de Máximo. La firma de Lucas Benavides completaba la dedicatoria con tinta azul. Pasé la página y leí la dedicatoria del libro:

Sigo vivo.

La escribiré cuando quede poco

y, si muero antes de escribirla,

se la dejaré encargada a alguien.

LA MUSA INEFABLE || ONC 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora