9. Cara a cara

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Algo no cuadraba

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Algo no cuadraba.

Más de una sesión había quedado pospuesta debido a algún asunto que llevaba a Máximo a marcharse de su casa. Y no estando Desirée allí, no tenía ninguna excusa para estar cerca de las obras. Sintiendo mucho todo el trabajo que había realizado para llegar hasta allí, mis horas de entrevistas grabadas con Máximo y mis noches sin dormir intentando averiguar qué tenía de especial La Musa, tenía que admitir que todo aquello estaba siendo en vano.

¿Y si La Musa no estaba en su casa?

Según mis averiguaciones no había salido de allí, no al menos en el mismo formato en el que entró. ¿Y si Máximo la hubiera sacado enrollada en un fino tubo? ¿Y si el tamaño de la pieza fuera más pequeño del que había imaginado? Al fin de cuentas era todo un enigma, tanto lo que representaba, el motivo de su misterio y sus dimensiones.

—Lo lamento, pero la sesión queda anulada en el día de hoy. ¿Qué le parece que quedemos mañana a la misma hora?

Ni una palabra de su salida de tiesto de la vez anterior. Y si hubiera ocurrido solo conmigo, lo hubiera entendido, pero Desirée había cargado parte de su malestar por una simple pregunta. Eso no me hacía sentir culpable, por supuesto, pero no paraba de pensar en ello porque había sido yo el que le había metido La Musa en la cabeza. Aunque lo más normal era que decidiera olvidarse de ella lo más pronto posible. Y no la culpaba por ello.

—Si, si así usted lo quiere —le dije.

Salí de su casa tal y como había entrado, sin respuestas. Pero no me iría al hotel sin tener algo sobre lo que trabajar, así que me escondí en el recodo de una bocacalle y me quedé a esperar.

Apenas si concurría el tráfico por aquella calle y si lo hacía, eran vehículos de alta gama, de la calidad de los vecinos de Máximo. Todos menos uno, un Seat León de color rojo que destacaba por su simpleza. De él se apeó un hombre de mediana edad vestido de traje de saldo y que se dirigió hasta la casa de Máximo.

Según mis documentos, aquel hombre era Lorenzo Barros, abogado y hombre para todo de Máximo. Sin duda, aquello que fueran a solucionar lo harían juntos.

Esperé a que Lorenzo desapareciera dentro de la casa y salí de mi escondite para caminar cerca del vehículo y colocar un rastreador en la carrocería, cerca de la rueda trasera. Detestaba los medios electrónicos para conseguir mis propósitos, pero reconozco que sin ellos no podría haber llegado tan lejos. Aquello me ayudaría a recomponer el puzle que había intentado encajar y que me estaba costando más tiempo y esfuerzo del que había pensado en un primer momento.

Me alejé a paso tranquilo, sin levantar sospechas y ni siquiera me giré para comprobar que subían juntos al auto. Daba por hecho que lo harían y que obtendría la información más tarde cuando conectara mi portátil para seguirles la pista a tiempo real.

Me desvié un par de calles y entré en un Starbucks cercano, donde el wifi me proporcionaría de la red suficiente y de un café para la espera.


LA MUSA INEFABLE || ONC 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora