2. El que no arriesga...

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Aquella noche mi amiga Cami y yo habíamos quedado en vernos y para disfrutar de una noche de chicas

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Aquella noche mi amiga Cami y yo habíamos quedado en vernos y para disfrutar de una noche de chicas.

Cuando digo noche de chicas puede que tú te imagines a unas jóvenes hermosas en pijama seductor que emplean su tiempo cotilleando, tratándose su piel con productos de alguna empresa surcoreana imposible de pronunciar y hablando de chicos. Y que antes de dormir abrazadas en la misma cama se divertirían jugando a una lucha de almohadas en la que las plumas saltarían por todo el cuarto llenándolo todo de blanco, como si de una nevada se tratara.

Pues olvídate de ese cliché que no se corresponde con la realidad. Sí, éramos jóvenes y nos gustaba pensar al menos éramos guapas, pero a diferencia de ese estereotipo de película, nuestros pijamas eran los clásicos de pantalón y camiseta, con algún que otro manchurrón que desmerecía por completo nuestra imagen. Para nada estábamos usando cosméticos y mucho menos cotilleando o hablando de chicos, ni tampoco habría guerra de almohadas. Pero si dormiríamos en la misma cama porque aquella era mi casa y solo había un colchón.

La noche de chicas para Cami y para mí era para comer guarrerías, beber mucho alcohol y para poder pasar tiempo juntas. Y esta noche la sede era mi casa, que, aunque pequeña, era lo suficiente para las dos y para la botella de ron que nos íbamos a beber a medias.

Para cuando la botella ya había llegado a la mitad, el tema de conversación había pasado a un tema más pantanoso y oscuro; el clásico "Cuando piensas ponerte a currar" que tanto me había esforzado en evitar.

—Desirée, esto no puede seguir así. —Cuando Cami utilizaba mi nombre completo todo se volvía un poco más serio para mí.

—¿Me lo dices o me lo cuentas? —Desde que me hubiera graduado en administración hacía unos años, había sido para mí una completa desilusión, desperdiciar años sin haber ejercido, ni siquiera tras haberme examinado de inglés o haber hecho más cursos para aumentar mi formación.

—Tu casa es pequeña, y está tan a las afueras que casi he tenido que enseñar mi pasaporte para llegar hasta aquí.

Es cierto que vivo a las afueras porque aquí los alquileres son más asequibles, y aunque sea el extrarradio de Madrid, eso no garantizaba que pudiera mantenerme mucho más aquí.

—Lo sé. Soy consciente del tamaño de mi casa. Puedo encender la cafetera con el pie desde la cama y la ducha con la mano —exageré para al menos echar unas risas, aunque fuera con ese tema en particular que tan poca gracia me hacía—. Ojalá me fuera mejor.

—¿Has pensado en cambiar de sector? Eso está al día. Casi todo el mundo es multidisciplinar porque asentarse en un sector es perder oportunidades que podrían ser beneficiosas.

—No puedo cambiarme de disciplina porque no he estrenado la mía. —Entendía más que ella ese agujero bajo mis pies que amenazaba con tragarme.

—Lo sé. —Y por unos segundos pareció haberse rendido con el tema, pero me equivoqué al verla tan decidida al encendérsele una bombilla—. Ya sé lo que vamos a hacer, vamos a crearte un nuevo perfil profesional con el que dejes deslumbrados a los recursos humanos de todas las empresas donde apliques.

LA MUSA INEFABLE || ONC 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora