Empezó a caminar por el lugar sin saber a dónde se dirigía; solo sabía que tenía un único objetivo. Siguió el rumbo marcado sin dudar y vio sus recuerdos entrelazarse entre sí. En ellos, su infancia apareció y un portal lo transportó a un misterioso recuerdo. Ahí estaba él y... ¡¿Kacchan?! ¿Qué hacía él allí? Se suponía que no debía recordarlo, no después de... Mejor olvidarlo. En ese recuerdo, Kacchan le estaba regalando un pequeño collar. Otro recuerdo apareció delante de él: era él mismo poniéndoselo a Uraraka el día de su boda.
Qué feliz fue aquel día, donde se juraron amor eterno. Sonrió con una alegría sincera y vio otro recuerdo: era Kacchan besando a... ¡¿Qué rayos?! Él nunca haría eso, no sabiendo lo importante que Mina era para él. Se lo prometió. Siguió caminando, tratando de ignorar esa imagen, y ahora estaba en un cuarto junto con Mina y Uraraka. Ambas estaban felices por dos pruebas de embarazo positivas. Esto ya se ponía extraño. Continuó indagando en aquel lugar hasta que vio a ambas mujeres romper en llanto. Algo en esa escena le hizo sentir una profunda culpa y comenzó a llorar sin parar. No podía detener las lágrimas y puso el antebrazo sobre sus ojos, tratando de silenciar sus propios sollozos. Luego vio a Uraraka muerta y a Mina herida, gritándole con todo el dolor de su corazón. Observó detenidamente hasta que vio a un pequeño bebé entre los brazos de Uraraka. De repente, todo se volvió negro y despertó.
El pequeño Izuku Midoriya lloraba sin recordar del todo aquel sueño de advertencia sobre un futuro oscuro.
Inko lo arrullaba entre sus brazos. "Ya, ya, mi amor," le susurró con ternura. "Ya pasó."
Izuku se acercó más a su madre, aún sollozando. "Mamá, fue un sueño... No, una horrible pesadilla," dijo mientras las lágrimas seguían fluyendo. Lloró toda la noche, sin saber que ese sueño solo era una advertencia de un futuro desastroso.
El ambiente alrededor de Izuku era sombrío y frío, como si las paredes mismas de su habitación trataran de ahogar su esperanza. La oscuridad de la noche se cernía sobre él, envolviéndolo en una capa de incertidumbre y temor. Cada rincón de su mente estaba plagado de imágenes perturbadoras, visiones que se sentían tan reales como el tacto reconfortante de su madre.
Inko, con su paciencia infinita y su amor incondicional, sostenía a su hijo con fuerza, transmitiéndole toda la calidez y seguridad que podía. Sus manos, aunque desgastadas por los años de trabajo y preocupación, eran suaves y firmes, creando un refugio donde Izuku podía encontrar paz, aunque solo fuera momentánea.
Mientras la noche avanzaba, Izuku se quedó dormido en los brazos de su madre, pero incluso en el refugio de sus sueños, la sombra de aquel futuro incierto lo acechaba. El amanecer traería consigo nuevas esperanzas y desafíos, pero por ahora, lo único que podía hacer era aferrarse al presente y a los brazos protectores de su madre.
Inko, aunque preocupada, sabía que debía ser fuerte por su hijo. Besó su frente y susurró una oración silenciosa, deseando que el futuro que Izuku había visto nunca se hiciera realidad. Con la primera luz del alba filtrándose por la ventana, una nueva promesa de esperanza se dibujaba en el horizonte.
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Lo que la vida me quito || izuocha / bakumina /katsudeku
Short StoryNiños emocionados por descubrir un nuevo mundo, por ver mas allá de las estrellas, pero por andar volando tan alto no se dieron cuenta de la caída que les esperaba. Y cuando lo hicieron ya era tarde Aveces la belleza está en el paisaje y no en la h...