«Dudaba del solo uso de su existencia, ahora dudo seriamente de mi vida sin ella.»
Parece que cada elección, cada acción, me lleva más lejos de quien quiero ser. Se supone que soy el héroe número uno, el símbolo de la justicia y el protector de la paz. Pero, ¿cómo puedo serlo cuando llevo una doble vida? Cuando le soy infiel a la única mujer que realmente creyó en mí.
Trabajo incansablemente, día y noche, salvando vidas y combatiendo el mal. Pero, en esos momentos de soledad, de vulnerabilidad, me encuentro buscando consuelo en los brazos de mi amigo de la infancia, mi rival de siempre, Katsuki Bakugou. Nos hemos convertido en algo más que rivales, más que amigos, mientras le doy la espalda a la única mujer que quiso construir un futuro conmigo.
La culpa me carcome. Claro, ¿cómo no sentirla? Pero ahora ya es muy tarde para eso. No hay vuelta atrás. He hecho promesas falsas, mi querida y amada Uraraka. Te amé, lo hice, pero te he mentido. A ti, a tus padres, a tu familia. Prometí cuidarte, ser el hombre en el que podías confiar, mientras mis labios buscaban los de mi mayor rival.
Lo siento. Pero, ¿de qué sirve un "lo siento" ahora? No puede reparar lo que ya lleva años roto. ¿Cómo pude ser tan egoísta? ¿Cómo pude dejar que todo se desmoronara?
Katsuki siempre estuvo ahí, desde que éramos niños. Me empujó a ser más fuerte, a ser mejor. Y en algún punto, esos empujones se convirtieron en algo más. En pasión, en deseo, en una conexión que no puedo negar. Pero esa conexión no justifica mis acciones. No justifica el dolor que te he causado.
Uraraka, mereces la verdad. Mereces saber que, aunque te amé, no fui fiel. Que mis sentimientos se dividieron, y te fallé. Katsuki y yo... no sé cómo sucedió, pero no puedo seguir viviendo esta mentira.
Te pido perdón, aunque sé que no es suficiente. Pero, por más que quiera retroceder el tiempo, no puedo. Y aunque mi corazón esté dividido, sé que debo enfrentar las consecuencias de mis acciones.
Uraraka, te deseo lo mejor. Mereces alguien que te ame completamente, sin reservas, sin secretos. Y yo, debo vivir con la carga de mis errores, con la esperanza de que algún día puedas encontrar en tu corazón perdonarme.
Al llegar a casa
Izuku llegó a casa después de otro largo día de trabajo. Se sentía agotado, no solo físicamente, sino emocionalmente. Las mentiras, los secretos, estaban empezando a pesar demasiado. Al entrar, vio a Ochaco esperándolo en la sala con una sonrisa radiante y una cajita en las manos.
—Izuku, tengo una sorpresa para ti —dijo Ochaco con entusiasmo, acercándose a él y entregándole la caja.
Izuku tomó la caja, su corazón latiendo con fuerza. Sentía un nudo en la garganta. Antes de abrirla, las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos. No podía seguir adelante con esta farsa.
—Ochaco, hay algo que necesito decirte antes de abrir esto —dijo con la voz quebrada.
Ochaco lo miró con preocupación, su sonrisa desvaneciéndose lentamente.
—¿Qué pasa, Izuku? —preguntó, su tono lleno de ansiedad.
Izuku respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Sentía que el mundo se estaba desmoronando a su alrededor, pero sabía que no podía seguir viviendo con esta mentira.
—Ochaco, te he fallado —comenzó, las lágrimas rodando por sus mejillas—. He sido infiel. He estado... con Katsuki.
Ochaco se quedó en silencio, su rostro reflejando una mezcla de incredulidad y dolor. Las palabras de Izuku la golpearon como una tormenta inesperada.
—¿Qué... qué estás diciendo? —preguntó, su voz temblando.
Izuku se arrodilló frente a ella, incapaz de mirarla a los ojos.
—Lo siento tanto, Ochaco. Nunca quise lastimarte. Te amo, pero me he sentido atrapado entre mi deber y mis sentimientos. Katsuki y yo... no puedo justificar lo que hice, pero no podía seguir mintiéndote.
Ochaco se quedó en silencio por un momento, asimilando lo que Izuku acababa de confesar. Finalmente, dejó escapar un sollozo y se llevó una mano a la boca, tratando de contener sus lágrimas.
—Izuku... —susurró, su voz llena de dolor—. ¿Cómo pudiste...?
Izuku sollozaba abiertamente ahora, su cuerpo temblando con la intensidad de sus emociones.
—Sé que nada de lo que diga puede reparar el daño que he hecho, pero necesitabas saber la verdad. No podía seguir viéndote a los ojos y seguir mintiéndote.
Ochaco apartó la vista, sus lágrimas cayendo silenciosamente. Después de un largo silencio, volvió a mirar a Izuku, su expresión una mezcla de tristeza y determinación.
—Izuku, te agradezco que me hayas dicho la verdad, pero esto no cambia el hecho de que me has roto el corazón —dijo con voz firme, aunque llena de tristeza.
Se levantó y tomó la caja que le había dado, abriéndola lentamente para revelar un pequeño par de zapatitos de bebé.
—Te iba a decir que ibas a ser papá —dijo, su voz quebrándose—. Pero ahora... no sé qué vamos a hacer.
Izuku sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Las lágrimas caían sin cesar mientras miraba los zapatitos.
—Lo siento tanto, Ochaco. No sé cómo arreglar esto, pero haré lo que sea necesario para apoyarte y a nuestro hijo.
Ochaco asintió lentamente, aún tratando de procesar todo lo que había ocurrido.
—Necesito tiempo, Izuku. Necesito pensar en lo que esto significa para nosotros y para nuestro hijo. Pero ahora mismo, solo necesito estar sola.
Izuku se levantó, sintiendo el peso de sus acciones como nunca antes. Sabía que había destruido la confianza de la mujer que amaba y que ahora tenía que enfrentar las consecuencias.
—Te entiendo, Ochaco. Tomate todo el tiempo que necesites. Estoy aquí para lo que necesites, siempre —dijo, su voz cargada de remordimiento y dolor.
Se dio la vuelta y salió de la habitación, dejándola sola con sus pensamientos y el dolor de su traición. Mientras se alejaba, supo que había mucho camino por recorrer para intentar reparar el daño que había causado.
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Lo que la vida me quito || izuocha / bakumina /katsudeku
Short StoryNiños emocionados por descubrir un nuevo mundo, por ver mas allá de las estrellas, pero por andar volando tan alto no se dieron cuenta de la caída que les esperaba. Y cuando lo hicieron ya era tarde Aveces la belleza está en el paisaje y no en la h...