Diecisiete

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Jaxon.

—Esto me gusta mucho, pero terminaré con las extremidades congeladas si nos quedamos aquí —murmuré alejándome, asintió tomando mi mano y salimos corriendo hacia el auto.

Nos metimos en el asiento trasero y le puse mi chaqueta encima. Yo solo traté de no mojar mucho los asientos, aunque ya a esas alturas era algo imposible. Supongo que tendría que lavarlo mañana.

—Tengo ideas muy locas a veces, ¿no crees? —Se rió e hice una mueca.

—Y recién lo notas. Se supone que entre nosotros la voz más racional es la tuya Cass.

—No lo sé, pero quise ser temeraria al menos una vez. A veces siento que soy aburrida.

—Nunca podrías serlo —objeté.

—Es porque nos conocemos desde hace mucho y nos complementamos. Quien sabe, tal vez somos aburridos para las demás personas.

—Patrañas. ¿Yo, Jaxon Heils, aburrido? —dije indignado y solo sonrió negando—. Aunque no mientes cuando dices que nos complementamos, eres quizá la segunda persona en el mundo a la que más le tengo confianza —admití.

—Déjame adivinar, la primera es tu madre —habló y asentí.

—¿Ves? Hasta eso sabes —pausé—, por cierto, te mandó saludos el otro día.

—La próxima pásamela, hace mucho no hablamos —pidió con una sonrisa y después hizo una mueca—. También hablé con mamá hace poco, le conté de mi ruptura con Derek.

—¿Y cómo fue? —pregunté aunque ya casi me sabía la respuesta. Ella idolatraba a Derek.

—Mal, pero tendrá que superarlo algún día.

—¿No te mandó saludos para mí? —bromeé y me dió un codazo.

—Aún te odia —dijo y me reí, bueno no era nuevo—. Cree me sedujiste y que por eso terminé con Derek —contó y suspiré, si su madre supiera lo que estaba ocurriendo actualmente yo creo que me mandaría a matar.

—Bueno, en mi defensa te seduje después de eso—susurré sonriente y me alzó un ceja. Se quitó mi chaqueta y se acomodó en el asiento de modo que quedó a espaldas de la puerta y frente a mí.

—Fue al revés y lo sabes.

—¿Verdad o reto? —Cambié de tema. Cassie pareció meditarlo unos segundos.

—Verdad.

—¿Has tenido sexo en el asiento trasero de un auto? —pregunté lanzando la indirecta y noté como las mejillas de Cass se colorearon de rojo.

—No. Aunque supongo que eso no sería nuevo para ti —soltó y negué, la verdad es que tampoco lo había hecho y no porque me diera vergüenza, sino porque hacerlo en mi coche era prohibido para mí, mi Mustang era más importante.

—Tampoco lo he hecho —confesé.

—Mentiroso —acusó.

—Vamos Cass, tú mejor que nadie sabría si miento o no —dije y me escudriñó antes de soltar un suspiro largo.

—Creo que no te atreverías a mancillar a tu bebé con ruedas —se burló.

—Lo haría si fuera contigo —aclaré siendo más directo esta vez. No me podría contener mucho si seguía en esa ropa interior.

Cass como que entendió al fin y tragó saliva. Miró a ambos lados, pero la playa estaba desierta, era de noche y la verdad es que el entorno causaba cierto grado de peligro, como la adrenalina a ser descubiertos.

𝕃𝕚𝕓𝕖𝕣𝕒𝕟𝕕𝕠 𝕕𝕖𝕤𝕖𝕠𝕤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora