Capítulo ocho

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17 de junio. 2 días para la fiesta. USA

Ryôta estaba emocionado porque podría salir al día siguiente de su cumpleaños, con sus amigos. Tenían todo preparado, ya que los cuatro —sí, porque Satsuki también se había unido a la fiesta— se irían desde la entrada de Moon Crystal Valley, "pasando a buscar al rubio", para así ir la ciudad. Dado que no eran mayores de edad, iban a meterse a escondidas a la fiesta, iban a beber algo de jugo de fruta y —para acabar la cosa— volverían con transporte público, ya que no dejarían a Aomine conducir debido al sueño colosal del moreno a altas horas de la noche. Él tampoco pensaba hacerlo.

Aquel jueves, Ryôta fue de compras junto a Takaocchi (como llamaba a su amigo). Ambos iban a hacerla en grande y debían de buscar ropa que les gustara y favoreciera. Así mismo, que no les diera frío en las calles y que, dentro del antro no les diera demasiado calor. En fin, que ambos irían a divertirse un rato luego de la escuela.

Y allí estaban.

Spring Fall Mall.

Ryôta le había hecho ojitos de perrito adorable a su hermano mayor y, éste, le dio la tarjeta de crédito black. Cosa que no era buena si se consideraba a Ryôta un adorable comprador sin control. Sin embargo, el tonto de Taiga caía —de nuevo— ante los ojitos adorables de su hermanito bebé. No quiso darse la vuelta a ver cómo corría al interior del mall, cuando lo dejó allí con su amiguito de la escuela. Diría que fue un error y lo pagaría de su propio bolsillo como regalo de cumpleaños. Bueno, le daría la felicidad que quería (sin saber el desastre que el sábado sería). Porque justamente, Taiga, desconocía todos los planes locos de ese fin de semana y como su novia estaba involucrada en ello.

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—¡Takaocchi, mira eso de allí! —mencionó Ryôta, mientras señalaba una de las tiendas más caras del shopping mall. Los ojitos le brillaban ante tanta ropa bonita y calzado deportivo.

—O... oye, no puedo pagar eso, Ry-chan. —bufó vencido, ya que era realmente una ropa genial... ¡pero el maldito dinero!

—No te preocupes. Tengo esto. —extendió el sonido de la "e" (en "esto") para dar más énfasis a su alegría y le mostró la tarjeta black de su hermano mayor—. Mi hermano me dijo que podía comprar lo que quisiera por esta vez dado que es mi cumpleaños. Así que quiero que compremos cosas juntos. Para ambos. —sonrió adorable, con esos malditos lindos hoyuelos en las mejillas, y abrazó a su amigo. Quien estaba sonrojado hasta la frente y el pecho le latía de forma desesperada. No era que no notara la belleza de su amigo, pero —ahora— que quería darle un regalo tan bonito, sentía que iba a entrar en combustión en dos segundos. No era amor, del tipo romántico, sino un lazo afectivo fuerte, que iba de la mano con mucho deseo de sentir afecto y de sentirse querido. Ryôta era... era como su familia. Ahora lo entendía.

Ambos pasaron la tarde viendo tiendas, comprando ropa de todos colores y tamaños, calzado deportivo y algunas sandalias bonitas junto a unas botas muy geniales. En fin, hicieron el maldito gasto de dos o tres vidas. Ambos, repletos de bolsas, se sentaron a tomar algo mientras pensaban en que ya pasaban de las siete de la tarde. Seguro su hermano estaba por llegar y llevarlos de vuelta hasta Moon Crystal Valley. Takao se quedaría a dormir a la casa de los Kagami y de allí serían buscados por Aomine y Momoi. Era —según palabras de Kazunari— más fácil llegar desde los Kagami que desde su propia casa. No dio más detalles, pero dijo que era algo muy complicado y que "les diría en otro momento".

En fin, que allí estaban, tomando un rico y fresco té, mientras miraban a la gente pasar y conversar. Ambos estaban algo agotados, por lo que hablar resultaba hasta agotador. Pese a qué ¡ambos eran dos terribles parlanchines!

When the wolf met LilithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora