Reencuentro

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Mimi escuchó el sonido del estómago de Hikari. Llevaban tres días sin alimentos y empezaban a sentirse demasiados agotados. Miró a su amiga que caminaba lentamente a su lado y, recordando su apariencia cuando era más pequeña, podría jurar que, cuando tenía 11 años, lucía más fuerte que con 19.

Mimi sintió una fuerte presión en el pecho y buscó en el interior de su mochila de viaje.

—Toma, Kari —le estaba pasando un pedazo de pan y Hikari la miró con pena—. No te preocupes... Lo llevaba guardado en caso de emergencias y estamos en una.

—Bueno, vamos a compartir...

—Tú sólo come —le dedicó la mejor sonrisa y añadió—. Yo estoy bien.

No hay ciudades que se mantengan en pie. Todas las construcciones fueron destruidas a consecuencia de la invasión y debido a los cambios en el ecosistema. Era normal perderse porque el mapa no era como alguna vez lo conocieron.

—Estaré haciendo guardia —anunció Michael—. Estemos atentos...

Los demás asintieron. Estaban en medio de un bosque y se refugiaron gracias a troncos de árboles caídos. Tenían que descansar y aprovecharon para que Hikari se alimentara con lo poco que les quedaba.

Mimi apoyó su espalda contra uno de aquellos troncos y Takeru se mantuvo cerca de Kari.

—No quiero comer sola...

—Nos turnaremos. Esta vez, tú debes comer. Te ves demasiado pálida, Kari. Estamos preocupados.

Ella apartó la mirada de los ojos azules de su amigo y echó un vistazo a Mimi que parecía que estaba durmiendo.

—Listo. Aquí tienes —volvió a poner el pan en manos de su amiga—. Come... Come, por favor.

Takeru se puso de pie y se retiró para buscar a Michael. Hikari se mordió el labio inferior y, con mucha culpa, dio un mordisco. Le dolía el estómago pero se dispuso a terminar toda la comida. Lo hizo poco a poco, muy lentamente. Suspiró profundamente después de tragar el último bocado.

Abrazó sus piernas y apoyó el mentón sobre las rodillas. Hikari necesitaba dormir. Habían caminado mucho buscando un nuevo hogar. Llevaban unas dos semanas sin conseguir un lugar fijo y ya les resultaba demasiado difícil aguantar a la intemperie.

—Me gustaría encontrar un lugar seguro donde Takeru y tú puedan relajarse y tener una oportunidad para...

—¡Por Dios, Mimi! Pensé que estabas dormida. ¡Qué susto!

Mimi se quedó en silencio, mirando a Hikari con una tierna pero dolida sonrisa.

—Takeru y yo no somos como Michael y tú.

—Podrían...

—No hay tiempo para esas cosas, Mimi. Mi mente sólo está pendiente en seguir viviendo.

Mimi y Michael llevaban juntos, como una pareja romántica, bastante tiempo. Todo había empezado a surgir antes de la invasión.

La primera vez que Mimi entregó su cuerpo a Michael fue cuando llegaron a un pequeño campamento con varios sobrevivientes. Sintieron consuelo y calma después de tanto tiempo vagando. Fueron dulces uno con el otro. Se olvidaron por completo del caos y se amaron varias horas seguidas durante la noche.

Después de esa primera vez, al menos lo fue para ella, lo hacían con desenfreno para calmar y olvidar el horror. Se encontraban y se arrancaban la ropa. No había dulzura ni consideración por el otro. Se complacían para descargar estrés y para luego tener la capacidad de hacerle frente a una realidad perturbadora.

Digimon, un nuevo mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora