Las noches eran difíciles; más precisamente para una miembro de la familia.
La cocina en el castillo real estaba vuelta un desastre. Toda la comida yacía en el piso; las migajas y cajas vacías obstruían el paso.
Pero Pip se hizo paso entre todas las chucherías y vio de lo que se trataba.
Su hija Pepper, aquella que llevaba el pecado de la gula, no paraba de comer.
Los bocadillos nocturnos eran algo común en la niña, pero lo que no era común y lo que lleno de sorpresa a rubio era verla así, tan desesperada.
La niña devoraba todo en la nevera, no importaba si estuviese frio o sin cocinar, ella se lo zampaba como su nada.
Pip sabía que sufría, vio como las lagrimas bajaban por las mejillas de su pequeña, y como el nerviosismo le hacía comer más.
-Pepper- la llamo
La niña miro a Pip. El ex ángel no pudo evitar derramar lágrimas; después de todo, era una de sus hijas mas pequeñas, y si uno de sus bebes sufría, el sufría aún más.
-Mami, mami- lo llamo la niña
El adulto la cargo, la pequeña se aferró a él, una manera muy sosa para tratar de tranquilizarse.
-Amor- le llamo con voz dulce
-No puedo mami, no puedo parar de comer- dijo Pepper, su voz era hueca, vacía y desesperante
-Shhhh- le callo su madre
Beso su frente y la abrazo. Cerro la nevera y camino hacia el cuarto que compartía con su esposo.
- ¿Otra vez? - pregunto Damien con voz adormila
-Otra vez -afirmo Pip
-Tengo hambre, mami- dijo Pepper con lágrimas en los ojos
-No amor, es hora de dormir. Mañana te hare tu comida favorita- dijo Pip.
Acostó a su hija entre el y su esposo. Cerro la puerta y apago la luz. Se acostó al lado de su pequeña la abrazo para transmitiere seguridad.
Porque antes el hambre y desesperación. El amor de tu progenitor es lo mejor...