Capítulo 5

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Después de reconocerlo, quedar como sonsa y él solo riera, mi cuerpo se puso en piloto automático y eche a correr sin rumbo.

Fui a mi esquina de siempre, prendí el teléfono que me regaló Mariana para ver si había noticias de ella y nada. Eso de por si me puso muy triste.

Llegué a casa tarde y simplemente no pude dormir toda la noche, no sabía que me pasaba. Aquel muchacho me generaba mucha intriga, aquellos ojos azul noche escondían algo, es como si su mirada estuviese cansada. Había algo en él que tenía que descifrar, pero mi timidez me lo impedía. Además, si mi padre se enteraba de que andaba hablando con un chico extranjero seguro me mataba a golpes.

Me resigné y saqué esa idea de la cabeza, aunque confieso me causaba mucha nostalgia, algo en mí deseaba volver a verlo.

-Levántate niña inútil que tenemos que ir a trabajar. - me dio una patada y me levanté de inmediato.

- ¿A dónde iremos señor? - me sobaba los ojos aún con sueño. Estaba muy asustada.

- A preparar a un muerto para un funeral- dijo mientras se lavaba la cara con un poco de agua que sacó del balde- y no preguntes mucho porque me harás enojar y ya sabes que sucede cuando eso pasa.

- Oke señor, disculpa. -Agaché la cabeza y abracé a mamá.

- Que los dioses te bendigan hija mía- me dijo mientras me agarraba la cabeza.

-Caminaaaaa- vociferó mi padre, empujándome por la precaria puerta- con que hagas las cosas mal y no me obedezcas, te largas de la casa que ya estoy cansado de mantener a una vaga como tú.

- Yo no soy una vaga- exclamé a viva voz- yo trabajo muy duro para llevar comida a casa.

- ¿Te atreves a refutarme? - dijo mientras hacía el ademán de querer golpearme. -ahora estoy con un dolor de cabeza enorme, solo por eso te salvas de una paliza mocosa inútil.

Como siempre papá había bebido la noche anterior y era lógico que trajera semejante resaca. Llegamos al lugar, era una casa decente y grande. Afuera había una abuela esperándonos, había perdido a uno de sus hijos y nos tocaba prepararlo para su descenso al río.

Cuando alguien muere, se recorre las calles con el cadáver hasta el río, el cuerpo es sumergido para purificarlo y así liberarlo de la moksha (liberación del karma). Luego se enciende el cuerpo en la pira (hoguera) y posteriormente se echan las cenizas a las aguas del Ganges.

- Namasté, siento mucho su perdida. - Me incliné y guardé silencio.

- Pasen y no toquen nada más que al cuerpo de mi hijo. - dijo muy seria la anciana.

Entramos a una habitación donde yacía el cuerpo del hombre. Era la primera vez que veía de cerca un cadáver, es decir toda mi vida los vi, pero de lejos cuando los incineraban. Estaba muy estupefacta por lo que estaba frente a mis ojos, así que me quede rígida.

- Apúrate niña, ayúdame a enderezar sus brazos. -dijo mi padre.

- ¿Sus brazos? -respondí atónita.

- ¡Qué lo hagas! - me miró enfadado.

- Oke...

Papá le cerró los ojos y la boca, luego lo ayudé a vestir al difunto con telas coloridas para la liberación de su alma.

- Tome y váyanse de mi casa. - la anciana le pagó a mi padre por nuestro trabajo.

- Namasté. - Nos despedimos.

Caminamos en silencio a casa. No tenía ganas de hablar, me quedé pensando en por qué debíamos tener este tipo de trabajos. Una vez más odiaba mi vida y ser dalit. El ver ese hombre en tal estado me dejó muy angustiada y horrorizada. Pero tenía que resignarme a que esa era mi vida. Me perdí tanto en mis pensamientos que no me percaté lo que estaba sucediendo.

QUIZÁ EN OTRA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora