Sobre La Sexualidad Y El Consentimiento

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Meliodas

Quizá había sido un error, tal vez la había ofendido, incluso tal vez ella misma se había sentido incomoda por tener que hacerlo con un menor, pero las caricias que daba sobre mis cabellos mientras acariciaba mi pecho desnudo me decían todo lo contrario.

Por si tienen la duda, no, Elizabeth y yo no tuvimos sexo, solo fueron unos cuantos besos subidos de tono que aún tenía frescos en mi mente como la pintura y nos habíamos quitado algunas prendas. Nada fuera de lo común, podía notar que ella aún estaba indecisa sobre eso, teníamos tiempo saliendo, pero me ganaba por casi 10 años y sabía que eso la hacía sentir mal constantemente, se que varias veces había pensado en cortar conmigo. Muchas veces, la encontraba practicando en la habitación sola, imaginando que me tenía frente a ella, pero el solo hecho de darse cuenta de lo mucho que eso me iba a lastimar se ponía a llorar sabiendo que no tenía la fuerza necesaria para alejarse de mi.

Un sonrojo cubrió mis mejillas cuando acercó sus dulces labios rojos hacia los míos para besarlo nuevamente, frescos y dulces como una fresa deliciosa, tan suaves como el terciopelo y su piel brillaba con la poca luz como si fuera tela. Tela sobre vidrios, completamente frágil, brillante y que generaba un increíble deseo por querer tocarla.

—Te amo—susurre lo suficientemente cerca cuando se separó de mi. Elizabeth solo sonrió llena de dulzura por sentir con fuerza el sentimiento que transmitiamos y beso mis mejillas como si fuera un bebe. Eso me dio algo de cosquillas que no pude evitar soltar varias risas intentando alejarla para evitar aquel contacto tormentoso y delicioso a la vez, pese a eso la duda sobre cómo me había rechazado minutos atrás no dejaba de dar vueltas por mi mente amargando ligeramente ese momento tan tierno entre ambos. Casi pareció que mi bella novia leyó mis pensamientos porque suspiro resentida tomando suficiente espacio como para vernos a los ojos y luego se estiró para prender la lámpara en su mesa de noche. El vistas de su cuerpo se mi desnudo con la luz amarillenta del foco me hizo suspirar sin poder evitarlo y sentir que mi miembro se ponía algo duro.

Meliodas junior, no es el momento aún.

¡Controlate idiota! ¡Pareces adolescente de 15 años con ganas de follar solo para decir que ya lo ha hecho!

Negué varias veces para evitar distraerme en esa clase de pensamientos y me concentre lo más que podía en su rostro sereno eligiendo con suma frialdad y cuidado las palabras con las que iba a tocar el tema. Ahora sabía la razón por la que siempre era tan calculadora, por la que prefería hacerse cargo de los demás y odiaba a muerte que se hicieran cargo de ella, odiaba, sin concocerlo, al imbécil que la dejó ahí mientras moría desangrada y que le había quitado un deseo tan único y especial con su manipulación.

—Se que te preguntas porque no estamos teniendo relaciones sexuales justo ahora—yo trague en seco, siempre había sido tan directa que me causaba escalofríos por su mirada pétrea. Aun así, esa había sido una de sus cualidades por la que me enamore de ella. Mi linda diosa suspiro un poco aún sin creer que estaba hablando sobre eso y tras susurrar unas palabras de ánimo para si misma volvió a mirarme—Meliodas, quiero que entiendas que no planeo hacer algo que te incomode, yo se que tú mismo me dijiste que estaba bien, pero se cuando alguien se siente incómodo aunque diga que si. Créeme mel, lo sé—tenía razón, tenía toda la jodida razón y el saberlo me hizo abrir los labios en una "o" perfecta que le dio risa—La vida sexual es algo muy importante mi cielo—

—Bueno—hable sin pensar—Compre unos con dones en mi primer sueldo—ella se mostró asombrada y a la vez contenta por una extraña razón—Ya sabes, para prevenir un embarazo no deseado ya que yo soy muy joven y yo no pensé que tu quieras unos, pero liz me explico todo y...amm... —deje de hablar para señalar lo obvio, elizabeth no podía tener hijos por lo que ahora pensaba que era un gasto innecesario el que había hecho. Soporte su mirada dura y dolida durante varios segundos, luego está cambio a incredulidad e indignación y cuando pareció digerirlo por completo sonrió comprendiendo con tranquilidad lo que le decía. Estaba trabajando en su ira para poder hablar conmigo sin molestarse y la adoraba por hacer el intento

Cuestión de edad (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora