III

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Los tres subieron a la planta alta y se resguardaron en el cuarto principal, en donde en un inicio se encontraba escondida Camila. Cerraron con seguridad la puerta y colocaron algunos muebles para mantenerse de alguna forma más protegidos. La paz gobernó el cuarto por unos segundos, pero era inevitable olvidar la reciente muerte de Sofía. Lo peor era saber que se encontraba allá abajo tirada, bañada en un charco de sangre, y no podían hacer algo al respecto.

Andrés rompió en llanto en cuanto estuvieron a salvo. Tanto Emilio como Camila trataron de consolarlo, pero no tuvieron éxito. Consideró encerrarse en el baño de la habitación mientras vivía su duelo y de esta forma no ser una carga para sus compañeros. Sin embargo, para ambos ésa era la peor decisión, pues afuera se encontraba un ente maligno dispuesto a matar y él, aunque era comprensible su situación, se refugiaba endeble para ejecutar cualquier acción de su propia supervivencia. En intervalos la pareja solía cruzar palabra, aunque en realidad esperaban que su compañero saliera del baño no totalmente recuperado, pero al menos con la suficiente fuerza para salir del peligro. Camila tocó la puerta.

—¿Puedo? —cuestionó.

—Adelante —respondió Andrés sollozando.

El viudo se encontraba tirado entre el lavamanos y el inodoro. Llevaba en sus manos una toalla y estaba en posición fetal. Su estado era deplorable. Camila se sentó junto a él.

—¿Te comenté cómo nos hicimos amigas Sofía y yo?

Con un pobre movimiento de cabeza negó. Ni siquiera tenía las fuerzas suficientes para articular una sola palabra.

—Fue durante el examen de admisión. Llegamos una hora antes del inicio. De verdad fue una sorpresa para ambas, porque luego de nuestro arribo nadie se presentaba. Incluso creímos habernos equivocado de salón, después revisamos bien la papeleta y nos encontrábamos en el lugar correcto. Entonces le pregunté si era el día el indicado y sí, efectivamente, también llegamos en la fecha indicada. De verdad no sabíamos qué sucedía. Fue después de cuarenta minutos que llegó otra persona y Sofía le comentó si habían dicho algo sobre el cambio de horario en la aplicación del examen —hizo una pausa sonriendo—. Me alegro que hubiese sido ella quien preguntara. Nuestro compañero le respondió que sí, que hubo un cambio de horario en todo el país y ocurría todos los años. Sofía quedó perpleja y no pude evitar carcajearme de ambas. Desde ahí la esperé al finalizar el examen y le propuse venir una hora más temprano el día de los resultados. Ella aceptó y tuvimos la suerte de quedar en el mismo grupo —Camila tocó el hombro de Andrés y después lo abrazó con fuerzas—. Yo también la extrañaré muchísimo —suspiró—, pero estoy segura de que ella no querría vernos flaquear ante esta situación. Corremos peligro. Ella siempre fue una mujer fuerte y nunca se rindió.

Con débiles movimientos, Andrés se acomodó y le regresó la muestra de afecto a Camila. La apretó muchísimo y así se quedaron por unos instantes.

—A mí también me duele su partida —expresó Camila con una voz quebrada.

—No tuvo que haber sido así.

Andrés le besó la mejilla y le agradeció. Charlaron un poco más y después salieron a encontrarse con Emilio.

—Debemos huir de aquí o al menos avisar a las autoridades sobre el incidente —dijo Emilio con actitud calculadora.

—¿Qué propones? —expresó Andrés cabizbajo.

—Bueno, es una casa en medio del bosque. No quiero parecer prejuicioso, pero el tío de Martín debe guardar algún arma, o al menos una navaja suiza para defenderse. Además, es comisario, obviamente debe haber algún instrumento para defensa personal.

Hay entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora